Regresar

De extranjera a ciudadana

Play/Pause Stop
«Por fe, Rahab, la prostituta, no murió junto con los desobedientes, porque ella había recibido amistosamente a los espías de Israel». Heb. 11:31

Tal vez el Espíritu Santo les dijo dónde ir. Tal vez a los espías no les preocupaba su reputación y pensaron que a nadie le sorprendería ver a dos extraños entrando en un lugar que constantemente visitaban los hombres. Cualquiera haya sido la razón, cuando los espías entraron en la casa de Rahab, una prostituta de Jericó, tomaron la decisión correcta.

Cuando el rumor de que los temibles israelitas estaban explorando la ciudad llegó a oídos del gobernante de Jericó, este le exigió a Rahab que los entregara. Pero ella había escuchado los milagros y victorias que los israelitas habían obtenido, y sabía que a pesar de lo aparentemente impenetrables que podían ser los muros de Jericó, su pueblo había provocado la ira de Jehová. Así que dijo que ella los había visto, pero que se habían marchado y que debían darse prisa si querían alcanzarlos.

Los espías estaban escondidos en la casa de Rahab. Ella entonces trató de ponerse de acuerdo con los espías, diciéndoles: «Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra a ustedes, porque él ha hecho que nosotros les tengamos mucho miedo. [...] Sabemos que cuando ustedes salieron de Egipto, Dios secó el agua del mar Rojo para que ustedes lo pasaran. También sabemos que ustedes aniquilaron por completo a Sihon y a Og, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del río Jordán. Es tanto el miedo que nos ha dado al saberlo, que nadie se atreve a enfrentarse con ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra» (Jos. 2:9-11). Rahab les rogó que salvaran su vida y la de su familia, y les pidió una señal de que lo harían. Juraron: «Con nuestra propia vida respondemos de la vida de ustedes, con tal de que tú no digas nada» (vers. 14).

Semanas después, las trompetas sonaron, los muros cayeron y Rahab colgó un cordón escarlata por el muro de la ciudad para que los soldados de Israel supieran que debían perdonar su vida. Finalmente, la extranjera se convirtió en ciudadana al casarse con un israelita, e incluso llegó a formar parte de la genealogía del mismísimo Jesús, gracias a que dos espías se preocuparon más por su pueblo que por su propia reputación.

Matutina para Android