Regresar

Escucha selectiva

Play/Pause Stop
«El que tenga oídos para oír, que oiga». Mar. 4:23, NVI

¿Te has fijado que generalmente solo escuchamos lo que queremos escuchar?

Mi padre es un tipo conservador que se acuesta y se levanta temprano. Y tiene que ser así, pues tiene dos gatos que se cruzan por su cama a cada rato.

Una noche, luego de regresar de un viaje en solitario en el que visité la ciudad natal de mi padre, mi madre y mi hermana mayor se quedaron hasta tarde conversando conmigo en la habitación de mi hermana, mientras mi padre dormía al otro lado del pasillo. Mi madre me preguntó si había pasado por la pastelería de la ciudad, uno de sus lugares favoritos para comprar galletas o pasteles, y también me preguntó si le había comprado algo a él. «Bueno -le dije con fingida tristeza-, lo habría hecho, pero resulta que el local se quemó».

Se trataba de un chiste en el que recordaba el desafortunado momento en que mis padres y yo intentamos visitar nuestro restaurante favorito en un viaje por el sur, solo para descubrir que el local se había incendiado.

Esa noche estaba seguro de que mi padre llevaba al menos una hora durmiendo. Sin embargo, escuchamos una voz que gritó en la oscuridad: «¿Qué?! ¿Se incendió la pastelería?».

Mi hermana, mi madre y yo nos miramos sorprendidos y comenzamos a reír. Rápidamente, le aseguré en alta voz a mi padre que su pesadilla no era cierta: la panadería estaba sana y salva, y él me respondió que el chiste no había sido gracioso.

Debo admitir que yo también tengo mis habilidades de escucha selectiva. Claro, amo a mi Jesús y dejaría todo por irme con él cuando venga por segunda vez, pero mientras tanto, muchas veces estoy un poco, digamos, distraído. Cuando el Espíritu Santo me dice: «Se acerca un gran concierto!», ahí estoy de primero. Cuando el Espíritu Santo me da un codazo y me dice: «Oye, aparta unos minutos y dile algo alentador a ese desconocido», de repente mi personalidad sanguínea se evapora y quisiera quedarme cómodo donde estoy. Cuando el Espíritu Santo me pide que sea un poco más amigable, digamos, como Jesús, con el engreído que piensa que es un regalo de Dios para mi espiritualidad, se me dificulta acercarme para abrazarlo como mi hermano.

Este mundo aún no se ha quemado, pero ese día se acerca. Mientras tanto, mantengamos los oídos bien abiertos, pues puede que necesitemos escuchar algo importante.

Matutina para Android