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A principios del siglo XIX, era mucho más fácil hacerse médico de lo que es ahora, porque había mucho menos para que los médicos aprendieran.
Desde el drenaje de sangre con sanguijuelas hasta curas venenosas para todo, la mayor parte de la ciencia médica no solo estaba equivocada, sino que muchas veces dejaba a los pacientes peor de lo que ya estaban.
Elena G. de White afirmó haber recibido de Dios sus mensajes sobre salud a través de visiones, pero también leyó libros de reformadores de la salud como Sylvester Graham (que recomendaba vehementemente comer galletas saladas). De ahí que los críticos digan sobre ella: «Esta mujer no fue inspirada por Dios, sino que copió el trabajo de otros». El problema con este argumento es que resalta las similitudes entre los escritos de Elena con los de otros reformadores de la salud, pero ignora las diferencias fundamentales que distinguen a Elena G. de White de ellos. Lo que ella escribía iba mucho, pero mucho, más allá de lo que se escribía en la época, y era supremamente acertado.
Ciertamente, algunas de las cosas que ella decía, las recomendaban los médicos de su época; pero muchas otras que ellos recomendaban, ella las ignoro por completo. Por ejemplo:
No caliente su casa.
No beba agua, obtenga los líquidos de las frutas.
No consuele a los niños, ya que llorar es bueno para ellos.
No sude.
No permita que sus hijos coman fruta.
No desayune.
No tenga relaciones sexuales más de una vez al mes.
No coma pepino.
Mientras los consejos de Elena G. de White han sido verificados de forma abrumadora por la ciencia moderna, no se puede decir lo mismo de otros autores de salud del siglo XIX. Su precisión palidece en comparación con la exactitud de los escritos de Elena. Fijémonos, por ejemplo, en las leyes de vida de Jackson. Aparte de algunos buenos principios, él aconseja a sus lectores que no vistan de negro y que no usen jabón, y aconseja a los niños que no coman papas
Si los escritos de Elena G. de White dependían de la investigación de otros autores, deberían tener entonces una cantidad significativa de consejos falsos (como los tenían los demás). Sin embargo, sus escritos siempre ofrecen consejos médicos sólidos, consejos que ningún otro escritor de su época proporciona y otros que aún la ciencia moderna no ha verificado.
Continuará...