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Mi libertador

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«El Espíritu del Señor sobre mí […] me ha enviado [...] a poner en libertad a los oprimidos» (Lucas 4:18).

En la Campana de la Libertad, que cuelga en el centro de Filadelfia, se encuentra grabada esta frase: «Anunciarán libertad para todos los habitantes del país» (Levítico 25:10). La Campana se fabricó para celebrar el quincuagésimo aniversario de la Carta de Privilegios redactada por William Penn, el fundador del Estado de Pensilvania. En dicho documento, Penn expone el derecho que todos tenemos a: la libertad de conciencia, la igualdad social, la equidad material, las libertades civiles, etcétera. La Campana también guarda una estrecha relación con la Independencia de los Estados Unidos, pues su toque el 8 de julio de 1776 convocó a los ciudadanos para la lectura de la Declaración de Independencia. Y en 1837 fue el símbolo oficial contra la abolición de la esclavitud. La Campana se ha convertido en un ícono internacional de la libertad.

Pero tú y yo necesitamos más que un símbolo, precisamos de un verdadero libertador. En Lucas 4: 18, 19 Jesús se presentó como el que había venido a dar libertad a los habitantes del mundo. Según Jesús su obra de liberación comienza «hoy», ahora mismo. Por supuesto, más que liberación física, Jesús nos ofrece la libertad que otorga saber que Dios ha perdonado nuestras faltas.

Ellen White nos asegura que «el perdón de Dios no es solamente un acto judicial por el cual nos libra de la condenación. No es solamente el perdón por el pecado, sino también una redención del pecado. Es la efusión de amor redentor que transforma el corazón» (La fe por la cual vivo, p. 131), Jesús es el que nos libera del poder del pecado. Es el perdón que Cristo nos ha dado lo que nos ha liberado «del poder de las tinieblas» y nos ha hecho partícipes «del reino» de Dios (Colosenses 1: 13, RV95). No eres un esclavo del pecado; hoy Jesús te ha declarado libre.

En este preciso instante, mientras tus ojos se pasean por estas líneas, Jesús vuelve a proclamar libertad a todos los cautivos del pecado. ¿Te gustaría aceptar al Señor como tu libertador personal? Esta promesa mantiene toda su vigencia: «Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres» (Juan 8:36). ¿Quieres esa libertad?

#LibertadEnCristo

 

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