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El Collar

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No Sean orgullosos ni pongan su esperanza en Sus riquezas, porque las riquezas no Son seguras» (1 Timoteo 6: 17).

Guy de Maupassant (1850-1893) escribió un cuento titulado El collar, donde narra la historia de Madame Loisel, la esposa de un empleado de oficina de clase media. Ella soñaba con ser rica. Lo que más deseaba era tener ropa y joyas hermosas. Así que se sintió muy triste cuando a su esposo lo invitaron a una fiesta, pero ella no tenía nada que ponerse.

Su esposo le entregó el dinero que tenía ahorrado para un viaje, para que pudiera comprar un vestido bastante caro; sin embargo, ella seguía inconforme porque no tenía las hermosas joyas que debían acompañar al vestido. Finalmente, decidió pedir prestadas algunas alhajas a una amiga rica. Escogió un hermoso collar de diamantes de la colección de su amiga y se lo puso para la fiesta.

De regreso a casa, algo terrible sucedió: el collar desapareció. Madame Loisel y su esposo lo buscaron durante varios días, pero no lo hallaron. Fueron a una joyería donde encontraron uno exactamente igual, aunque costaba mucho más de lo que ellos podían pagar Sacaron del banco todos sus ahorros y, como les faltaba dinero, tuvieron que recurrir a buscar el resto valiéndose de prestamistas usureros. Le llevaron el collar a la amiga, que no notó la diferencia; pero ahora los Loisel tenían que pagar una exorbitante deuda. Eso los llevó a que tuvieran que vivir como pobres. Las manos de la señora Loisel se arruinaron de fregar pisos y lavar ropa a mano.

Después de diez años de pobreza y penurias terminaron de pagar lo que debían. Un día, la señora Loisel estaba paseando por el parque. Los años de miserias la hacían verse como una pobre anciana. De repente vio a su amiga rica. Se dirigió a donde ella estaba para saludarla. Su amiga se asombró al verla y le preguntó qué le había sucedido para que cambiara tanto. La señora Loisel le contó la historia. Su amiga la miró sorprendida, con una mirada de lástima en sus ojos. « ¡Debiste habérmelo dicho! —le dijo—. El collar no era legítimo. Era una imitación y no tenía gran valor».

 ¡Qué triste, pero formadora experiencia! Espero, querido joven, que no desees vivir de las apariencias; puede que corras una suerte similar a la de la familia Loisel.

#AmoralDinero

 

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