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Que nadie condicione tu conducta

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«No se dejen vencer por el mal. Al contrario, triunfen sobre el mal haciendo el bien» (Rom. 12: 21, NVI).

UN HOMBRE recibió a un pariente en su hogar. A la mañana siguiente, anfitrión y huésped salieron a pasear juntos. Al salir del edificio, el anfitrión saludó cortésmente al portero, que respondió con un gruñido malhumorado. Ninguno de los dos caminantes le dio mayor importancia al episodio, y siguieron su camino. Al día siguiente se repitió la escena: el anfitrión cumplió con su habitual «buenos días, don Miguel», y volvió a escuchar un murmullo similar al del día anterior. Cuando se repitió el suceso al tercer día, el huésped perdió la paciencia: «¡¿Cómo puedes saludar con tanta cortesía a una persona que siempre te responde mal?!». «Porque no permito que nadie condicione mi conducta», fue la respuesta.”

Hay cuestiones menores que día a día parecen condicionar nuestra conducta, a pesar de que no implican ninguna gran injusticia. Una compañera de trabajo no tiene ganas de hablarnos, y nosotras nos sentimos ofendidas y dejamos de hablarle durante una semana. Un hijo entra por la puerta de casa y no nos viene a dar el beso que esperábamos, y reaccionamos como si fuéramos nosotras las adolescentes. Un roce en la iglesia ha sacado lo peor de nosotras cuando en realidad no ha habido ninguna intención por la otra parte, simplemente así es la persona o nosotras veníamos cargadas de una conversación difícil en el auto con nuestro esposo... ¿Permitiremos que esas pequeñas experiencias diarias de descortesía y falta de sensibilidad, lamentables pero frecuentes, condicionen nuestra actitud? Es bueno tomar una decisión en frío, para poder llevarla a la práctica hoy mismo, cuando se produzca algún incidente que «saque lo peor de mí».

Si existe una manera como hemos de comportarnos siempre es «llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Cor. 10: 5, RV95) y no dejándonos vencer por el mal, sino al contrario, venciendo con el bien el mal. No niego que es difícil llevar los pensamientos al cautiverio, pero es posible si hacemos de ello una firme determinación. Mi querida amiga, no te conviertas en enemiga de tu propia felicidad reaccionando ante cada acto de descortesía o permitiendo que la basura emocional que los demás arrojan en tu camino condicione tu conducta. Déjate afectar solo lo suficiente como para mostrarles un camino mejor, pero no más.

“No te dejes vencer por el mal. Al contrario, vence con el bien el mal”. El apóstol Pablo

* http://www.elreloj.com/article.php?id=19283 [consultada en 2011].

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