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«La mente enamorada de Dios»*

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«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mar. 12:30, RVC).

DENTRO DE NUESTRA CULTURA protestante existe una cierta tensión entre mente y corazón, entre intelecto y emociones. Muchos consideran que la religión ha de ser, principal y fundamentalmente, emocional; hemos de sentirla o, de lo contrario, no vivimos la religión. Muchos, por otra parte, ven la vivencia espiritual como cien por ciento racional, intelectual, pues consideran que las emociones son engañosas. Yo me pregunto: siendo que Dios nos ha dado ambos, ¿debe haber realmente un dilema entre cabeza y corazón (entendiendo por corazón no el órgano físico, que ese no siente, sino el aspecto emocional de nuestra personalidad)?

Con Adán y Eva, las cosas eran diferentes, todo lo que sentían y pensaban estaba en armonía con el Espíritu. Pero hoy no es así. Nuestras tendencias hacia un sentimentalismo no bíblico, así como hacia un racionalismo sin amor, pueden alejarnos de la verdad. Y, para el cristiano, lo que cuenta es la verdad. ¿Hemos de favorecer la experiencia del fervor en perjuicio del aprendizaje y la agudeza mental? Yo creo que no hemos de elegir una característica a expensas de la otra; el Espíritu de verdad (Juan 16:13) es el mismo que el Espíritu de amor (Rom. 15:30).

No miremos con recelo el mundo del pensamiento, de la racionalidad, del estudio; la piedad es esencial, pero no es suficiente por sí sola, hace falta la razón aplicada al conocimiento sólido de las Escrituras. Si algo ha de definirnos es un dominio profundo de la verdad y un pensamiento fundamentalmente cristiano. Hemos de ser sencillas, pero no simplistas. De no ser así, nos convertiremos en un pueblo superficial en cuanto a la doctrina.

«Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas» (Mar. 12: 30), es decir: pon en sus manos todas tus emociones para que se ajusten a la verdad; entrégale lo más esencial de tu vida, que es tu alma; pon tu racionalidad en sus manos desarrollándola al máximo, y no escatimes esfuerzos para llegar a ser la cristiana victoriosa que Dios quiere que seas.

“La mente cristiana es la combinación del ardor espiritual y la luz intelectual”. OS Guinness

* Frase de Dorothy L. Sayers.

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