Regresar

Corazón de ratón

Play/Pause Stop
«Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas» (Jos. 1:9, NVI).

CUENTA UNA LEYENDA que un ratón que tenía miedo a los gatos pidió a un mago que lo convirtiera en gato, con la esperanza de superar así su miedo. Con eso solucionó aquel temor... hasta que se encontró con un perro. De nuevo sintió tal miedo que pidió al mago que lo convirtiera en perro. Así que aquel ratón convertido en gato convertido en perro se sintió contento... hasta que se topó con un tigre, y el miedo afloró otra vez. El mago entonces lo convirtió en tigre, pero cuando el tigre se quejó porque se había encontrado con un cazador, el mago le dijo: «Te convertiré nuevamente en ratón, porque aunque tienes cuerpo de tigre, tu corazón sigue siendo de ratón».” Está claro que si hubiera pedido ser cazador, hubiera seguido teniendo enemigos, inseguridades y miedos que no habría sabido superar.

A veces, aunque tengamos cuerpo de gigantes, seguimos teniendo un corazón de ratón. El poder, la riqueza, la cultura..., todas esas cosas detrás de las que nos escondemos por miedo, en realidad no pueden hacernos sentir seguras y confiadas. Siempre habrá algo que sea más grande que nosotras que nos asuste. No es lo externo lo que nos dará esa victoria, porque el miedo viene de dentro.

El miedo es uno de nuestros mayores enemigos. Si nos fiamos de nuestros sentimientos, el miedo nos carcome; vemos gigantes (como vio Israel cuando espió la tierra prometida), porque hay gigantes, son reales, y es verdad que no podemos contra ellos. El problema viene cuando ese miedo nos impide confiar en Dios y seguir avanzando cuando él nos lo indica.

En Apocalipsis leemos: «A los cobardes [...] los lanzaré al lago donde el azufre arde en llamas; y allí se quedarán, separados de mí para siempre» (Apoc. 21:8, TLA). ¡Cuán descorazonadora puede resultar esta afirmación en vista de lo cobardes que somos a veces ante nuestros gigantes particulares! Pero este texto apunta a una realidad muy importante que nunca hemos de olvidar: por encima de nuestra cobardía (o de nuestros pecados, del orgullo, de nuestros defectos y virtudes) debe estar siempre Dios. Cierto que el miedo es muy difícil de vencer, pero en Dios podemos impedir que nos domine.

“Hay que ser valiente para ser cristiano”. Anónimo

* Max Lucado, Aplauso del cielo (Tennessee: Editorial Caribe, 1994), p. 39.

Matutina para Android


Envía tus saludos a:
sirleydelgadillo@hotmail.com