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El bien ajeno

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«Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame» (Luc. 9:23).

SARITA ES DE LA INDIA, hija de padres hindúes y miembro de una familia de elevado estatus social. Siendo aún adolescente se convirtió al cristianismo, a sabiendas de cuáles serían las consecuencias de esa decisión. Y las consecuencias no se hicieron esperar inmediatamente después de su bautismo, recibió la notificación oficial de que debía irse de su casa en el plazo de siete días o renunciar a su nueva fe en las páginas del periódico local. Sarita hizo las maletas y se fue.

Casualmente, si es que existen las casualidades, una mujer llamada Sheila acababa de hacer de su propio hogar un centro de acogida para mujeres hindúes que tenían problemas familiares por causa de su fe. Sheila sabía cuán difícil eran las situaciones por las que tenían que pasar, y oró fervientemente a Dios para que le indicara qué podía hacer para ayudarlas. Cuando lo supo, no dudó en actuar. Desde entonces muchas mujeres llaman a su puerta y encuentran en ella refugio, ayuda y grandes lecciones de fe.

Sarita conoció tiempo después a un joven hindú que también había sufrido el oprobio de sus familiares por su compromiso con la fe cristiana. Hoy ambos están casados; él es profesor de Teología y, juntos, han creado un ministerio cristiano internacional que beneficia a miles de personas.”

No puedo dejar de ver que hay gente dispuesta a salirse de su propio camino para ser una bendición para los demás. ¡Y vaya si lo son! Con sus actos iluminan un poco más este mundo oscuro en que vivimos, y nos muestran retazos del carácter del Salvador. La esencia de su compromiso es una sola: la negación de sí mismos para ser discípulos de Cristo. Para mí constituyen una fuente de inspiración y un ejemplo a imitar aunque solo sea, para empezar, en mi pequeña esfera.

Jesús dedicó su vida a derramar rayos de luz sobre la humanidad, y finalmente aceptó la muerte en nuestro favor. Se olvidó de sí mismo y cargó con su cruz cada día para que su vida pudiera ser una bendición para ti y para mí. ¿Podría haber una forma más grande de seguir tras sus huellas y corresponder a su amor que orientar nuestras vidas hacia el bien ajeno?

“Paradójicamente, una vida de renuncia a uno mismo es una vida de bendiciones”. John Stott

* Scot McKnight, The Jesus Creed (Massachusetts: Paraclete Press, 2001), pp. 201-202.

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