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Para ser valientes...

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«Dijo David al filisteo: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Eterno”» (1 Sam. 17: 45, RV95).

UN JUEZ de Nueva Orleans ordenó a las escuelas públicas de la ciudad abrir sus puertas a niños afroamericanos; corría el año 1960, el comienzo del fin de la segregación racial en los Estados Unidos. Los padres de los niños blancos amenazaron con que, de cumplirse dicha ley, retirarían a sus hijos de las escuelas y atacarían a los niños de color que se atrevieran a pisarlas. El primer día hubo un vacío casi total en las aulas. Solo Ruby Bridges, afroamericana, apareció en escena.

Aquella mañana Ruby, de seis añitos, caminó sola hacia su escuela. Y a la mañana siguiente, y a la otra... Cada jornada, los padres de los niños blancos la insultaban, e incluso le mostraban ataúdes con muñecas negras. Pero Ruby mantenía el paso firme, la cabeza alta y la mirada serena, mientras dejaba atrás a la multitud, custodiada por agentes de policía de raza blanca. Durante un año recibió la atención exclusiva de su maestra, la señora Henry, una mujer blanca de Boston que aceptó el reto que los maestros de Nueva Orleans se negaron a aceptar. Con el tiempo, ambas se convertirían en amigas íntimas.”

Robert Coles, en aquel entonces profesor de la Universidad de Harvard, quiso saber qué hacía que aquella pequeña fuera tan valiente, y viajó para entrevistar a la mamá de Ruby, «Mucha gente habla de hacer el bien, y muchos discuten qué está bien y qué está mal, pero hay personas que simplemente viven sus vidas a favor del bien», dijo ella. Y eso, digo yo, requiere ser valientes.

¿A quién no le falta valentía de vez en cuando para vivir a favor del bien, con integridad inquebrantable? Es difícil actuar bien cuando nosotras, o nuestros hijos y familiares, enfrentaremos consecuencias negativas por ello. Pero la vida nos pone en esas situaciones, lo queramos o no. Como por, ejemplo, tener miedo a perder trabajo, amistades o prestigio por mantenernos firmes en nuestros principios. Las situaciones son numerosas.

Como David se enfrentó a su Goliat, nosotras hemos de enfrentarnos a los nuestros, y la fuente de valentía sigue estando en el mismo lugar de siempre: en Dios. Tener fe en él y responder a su llamado de serle fieles, nos da la fuerza para vivir a favor del bien.

“El valor no es natural ni aprendido; es concedido por Dios”. Sócrates

* http://es.wikipedia.org/wiki/Ruby Bridges consultada en mayo de 2014.

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