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Pide un deseo

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«¿Qué pediré?» (Mar. 6:24).

«PIDE UN DESEO», nos dicen desde pequeñitas cuando soplamos una vela de cumpleaños o vemos pasar una estrella fugaz. Y nosotras lo pedimos, pero las probabilidades de que se cumpla son bajísimas, y nada tienen que ver con el hecho de haber soplado la vela o contemplado la estrella. Ya como adultas, pocas o ninguna vez en la vida se nos presenta alguien que nos diga «pide un deseo» y que tenga el poder o la capacidad para hacer que se cumpla. Pero hubo una mujer, allá por los tiempos de Jesús, a quien se le dijo esto mismo con la intención y el poder de hacer que se cumpliera. Estoy hablando de la hija de Herodías.

Así es como sucedieron los hechos: «Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete. [...] La hija de Herodías entró en el lugar del banquete y bailó, y el baile gustó tanto a Herodes y a los que estaban cenando con él, que el rey dijo a la muchacha: “Pídeme lo que quieras, y te lo daré”. Y le juró una y otra vez que le daría cualquier cosa que pidiera. [...] Ella salió, y le preguntó a su madre: “¿Qué pediré?”. Le contestó: “Pídele la cabeza de Juan el Bautista”» (Mar. 6:21-23). Menuda oportunidad desperdiciada Primero, por el simple hecho de desaprovechar una ocasión para hacer el bien a multitudes, como hubiera podido suceder si ella hubiera pedido pensando en el pueblo. Segundo, porque no pidió su propio deseo, sino el de su madre, a quien desde hacía tiempo le cegaba el odio.

¿Qué deseas en lo más profundo de tu corazón? Si se te diera ahora mismo una oportunidad similar a la que tuvo la hija de Herodías, y tuvieras que responder en el acto, ¿cuál sería tu petición? ¿Sería material o espiritual? ¿Para beneficio de muchos o de unos pocos (o quizás solo para el tuyo propio)? Ese deseo pondría de manifiesto tus valores, tus esperanzas y tus máximas aspiraciones en la vida.

Las preocupaciones y ansiedades del día a día hacen que nuestros primeros deseos sean de tipo material (no tener que preocuparnos por salir adelante) o físico (que esté garantizada nuestra salud y la de los nuestros). Y esto es lógico; la vida es dura. Pero una rutina consagrada, de oración, estudio de las Escrituras y búsqueda de Dios, llena el alma de deseos espirituales, deseos de vida eterna, de amistad con Dios aquí y de bendiciones a raudales para todos.

“Pedid y se os dará”. Jesús

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