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El camino a la perfección

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«El camino de los justos es como la primera luz del amanecer, que brilla cada vez más hasta que el día alcanza todo su esplendor» (Prov. 4: 18, NTV).

UN PROFESOR de cerámica dividió a su clase en dos grupos. Uno sería evaluado exclusivamente por la cantidad de trabajo que fueran capaces de llevar a cabo. Así, la máxima calificación sería hacer cincuenta vasijas de barro. Por su parte el otro equipo recibiría su calificación únicamente por la calidad del trabajo realizado. Este grupo solo tenía que modelar una vasija pero, eso sí, debía ser perfecta.

El resultado de la prueba fue muy revelador: todas las vasijas de mayor nivel fueron hechas por el grupo que sería valorado en función de la cantidad, no de la calidad. Lo que sucedió es que, vasija tras vasija, los componentes del primer grupo iban aprendiendo de los errores cometidos y creciendo como ceramistas sobre la marcha, sin mucha teorización, gracias a lo reveladora que es la experiencia. Por su parte, los alumnos del segundo grupo se sentaron a teorizar acerca de la perfección y no se pusieron de acuerdo. Todos estaban preocupados sobre cómo lograr la vasija perfecta, pero ninguno de sus argumentos los condujo a conseguirlo en la práctica.*

Hay cosas que no se pueden conseguir a la primera, por mucho que lo intentemos. En la vida cristiana esto es así. Alcanzar esa disposición de querer agradar a Dios con todo lo que hacemos y decimos, mantener siempre la firme intención de dar lo mejor de una para su honra y su gloria, no se logra de un día para otro. Quizás acertaremos aquí y allá de vez en cuando, pero hace falta un aprendizaje continuo de la mano del Maestro para llegar a esa tendencia poco natural de desear continuamente el bien.

La lección queda clara: aprender de los errores da mejores resultados que teorizar sobre la perfección.

Nuestra fe tiene un largo camino por delante hasta llegar a obtener la mayor calificación de parte del Padre. Pero así es el camino que finalmente nos llevará a la perfección.

“Quien nunca ha cometido errores no puede llegar a ser grande”. Herman Melville

* John Ortberg, If You Want to Walk on Water You've Got to Get Out of the Boat (Michigan: Zondervan, 2001), p. 148.

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