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BASTA DE QUEDAR MIRÁNDOSE LOS PIES

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No envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Juan 3:17.

Se lo llamaba “el árbol del conocimiento del bien y del mal”. Al principio, después de comer, Adán y Eva pensaron que sentían algo bueno. Debieron de haber sentido que eran más listos. Con frecuencia, el pecado da una sensación de placer inmediato, pero es temporario. Sin embargo, al igual que mucho algodón de azúcar, no tiene sustancia y te deja con un terrible dolor de estómago. Eso es el conocimiento del mal y, todo el tiempo, el amoroso Creador había estado intentando protegerlos de eso.

Cada niño nacido en el mundo ha conocido la culpa luego del juramento de fidelidad de Adán y de Eva hacia Satanás. Desde entonces, ha mantenido a las personas corriendo, escondiéndose y culpándose. Ahora, echémosle un vistazo más de cerca  a la culpa y veámosla en acción.

 Supongamos que Josué está molesto con Marcos porque este consiguió una mejor mota en el examen de Ciencias. Así que, bajando los escalones de la escuela, le saca la lengua a Marcos y lo llama “Marcos, cerebro de sapo”. Corre hacia adelante y grita sobre su hombro: “Marcos es un cerebro de sapo, Marcos es un cerebro de sapo”

 Como no conoce a Jesús, Marcos va por el señuelo y corre para alcanzarlo de manera que pueda golpear a Josué justo en su cara. Hay una breve riña, pero Josué pelea hasta liberarse y se va corriendo, burlándose y provocándolo. Con la cara roja, Marcos está tan histérico que no puede pensar rectamente, así que recoge la piedra más cercana y la arroja con toda su fuerza, Yerra en darle a Josué y choca contra la ventana delantera de la casa de la señora Pérez. La señora Pérez sale corriendo por la puerta, agitando en el aire un dedo acusador. Ahora, escucha la defensa de Marcos: “¡No fue mi culpa! ¡Josué me hizo hacerlo!”

 Así es como siempre trabaja la culpa. Siempre es la culpa de otro. Adán le dijo a Dios que era la culpa de Eva, y Eva dijo que era culpa de la serpiente.

La señora Pérez agarró a Marcos por la oreja y lo condujo derecho a la oficina del director. Ahora, echémosle un buen vistazo a Marcos. Arrastra los pies y se los queda mirando. Todo lo que el director puede ver en su mirada furtiva hacia arriba es un poco del blanco de sus ojos. Culpa

Y esta es la razón por la que Dios envió a Su Hijo al mundo: para que nuevamente miremos sin vergüenza hacia arriba.

 

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