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LA PRUEBA FINAL DE ABRAHAM

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Así también la fe, sino tiene obras, es muerta en sí misma. Santiago 2:17.

Cuando Isaac tenía veinte años, Abraham oyó la voz de Dios otra vez. Esta era la Octava vez en su vida que había recibido un mensaje directo del Cielo, pero esta era la orden más alarmante y espantosa que había oído alguna vez.

“Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2).

¿Había oído correctamente? ¿De verdad quería Dios que tomara a su hijo de la promesa y lo matara en sacrificio? Parecía imposible, "Satanás estaba listo para sugerirle que se engañaba, pues la Ley divina mandaba: No matarás, y Dios no habría de exigir lo que una vez había prohibido. Abraham Salió de su tienda y miró hacia el Sereno resplandor del firmamento despejado, y recordó la promesa que se le había hecho casi cincuenta años antes, a saber, que su simiente sería innumerable como las estrellas, Si se había de cumplir esta promesa por medio de Isaac, ¿cómo podía ser muerto?" (Patriarcas y profetas, p. 145).

Abraham se puso de rodillas y oró como nunca había orado. La noche parecía más oscura que de costumbre. No había otra palabra de parte de Dios. Pero, continuaba sonando en sus oído la orden: “Toma ahora a tu hijo, tu único hijo, Isaac.”

Dios le había dado a Abraham una serie de pruebas de fe durante su vida. Obedeciendo por fe, Abraham había dejado Ur y había confiado todo a Dios durante los largos años de deambular por una tierra extranjera. Por fe había esperado un largo, largo tiempo por el hijo prometido y por orden de Dios había, incluso, despedido a Ismael

Pero, durante esos años, también había fallado varias veces. Una vez había mentido al Faraón egipcio, y también al rey de Gerar, acerca de su relación con Sara, declarando que era su hermana más que su esposa. Había mostrado desconfianza en Dios al casarse con Agar. Ahora, Dios le estaba presentando su prueba final, para ver si realmente podía ser considerado el “padre de la fe”. Pasarla sería un testimonio positivo de que Abraham realmente confiaba en su mejor Amigo.

El sol estaba casi arriba y debía comenzar el viaje. Sabía que Dios le explicaría todo en su debido momento. 

 

 

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