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BODAN ENGAÑOSA Y ESCAPE SECRETO

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Atalaye Jehová entre tú y yo, cuando nos apartemos el uno del otro. Génesis 31:49.

Durante siete años, Jacob pastoreó fielmente las ovejas de Labán. El tiempo pasó rápido porque sabía que Raquel sería su esposa al final de aquellos años. La boda se llevó a cabo según los tiempos acordados pero, después de la ceremonia, Jacob recibió la sorpresa de su vida cuando levantó el velo de la novia. No se había casado con Raquel, sino con su hermana mayor, Leal Labán había hecho un cambio secreto justo a último momento, para poder casar primero a su hija más grande. Ahora Jacob sentía la punzada de ser engañado, justo como su hermano Esaú la había sentido.

 Labán era un estafador hasta la médula. Engañó a Jacob acerca de alguna vieja costumbre pintoresca sobre casar a la hija mayor primero; pero, en el fondo, lo que quería era más trabajo gratuito por parte de Jacob. Así que, como precio para tener a Raquel también, fueron añadidos otros siete años.

Cuando el día de la boda finalmente llegó, las manos de Jacob debieron de haber temblado cuando levantaba el velo de su novia.

¿Quién será esta vez?

Afortunadamente, era su amada Raquel. Pero no fueron felices ni comieron perdices. La miseria llenó su hogar porque sus dos esposas, que eran hermanas, estaban celosas y discutían constantemente.

 En la única cosa en que Raquel y Lea estaban de acuerdo era en que debían irse con Jacob a Canaán. Su padre les había confiscado todo lo que les correspondía por herencia y los había tratado como esclavos que eran vendidos.

Jacob también sentía que era hora de continuar. Había trabajado veinte años para Labán: catorce, por una esposa; y seis, por salarios. Era un buen trabajador y se había convertido en un hombre rico. Además, los hijos de Labán se habían puesto cada vez más celosos de Jacob y podían sacarle por la fuerza lo que le pertenecía. Ciertamente, era hora de irse.

Secretamente, Jacob y su familia empacaron y se fueron un día en que Labán estaba afuera, en un viaje de tres días. Cuando Labán regresó, estaba tan enojado que tomó un grupo de hombres y los persiguieron al galope. Estaba decidido a forzar a Jacob y a su familia a regresar, pero Dios le advirtió en un sueño que no tocara a Jacob. Este sueño debió de haber hecho una profunda impresión en él porque, en el encuentro final, Labán no solo prometió no dañar jamás a Jacob, sino también, suficientemente suavizado, pronunció las hermosas palabras de nuestro versículo de hoy.

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