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LLEGA LA NECEDAD

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Hicieron becerro en Horeb, se postraron ante una imagen de fundición. Así cambiaron su gloria por la imagen de un buey que come hierba. Olvidaron al Dios de su salvación, que había hecho grandezas en Egipto. Salmo 106:19-21.

Mientras Moisés y Josué estaban en el monte, el pueblo esperaba su regreso. Podían mirar hacia arriba y ver la misteriosa nube y, de tanto en tanto, veían el destello blanco azulado de los relámpagos que atravesaban la nublada oscuridad. Los israelitas deberían haber pasado el tiempo pensando en la Ley que habían oído y deberían haberse preparado para recibir lo que traería Moisés de parte de Dios. En lugar de ello, se volvieron impacientes y descuidados.

“Esto ocurrió especialmente entre la multitud mixta (VM). Sentían impaciencia por seguir hacia la Tierra Prometida, que fluía leche y miel. Les había sido prometida a condición de que obedecieran; pero habían perdido de vista ese requisito. Algunos sugirieron el regreso a Egipto; pero ya fuera para seguir hacia Canaán o para volver a Egipto, la masa del pueblo resolvió no esperar más a Moisés” (Patriarcas y profetas, p. 325).

La multitud mixta (incluía egipcios nativos que no estaban realmente comprometidos con Dios) fue la primera en quejarse y la primera en sugerir construir un becerro de oro, un ídolo egipcio. Ellos argumentaban que Moisés se había convertido en un líder invisible y que necesitaban algo que pudieran ver para que los guiara. Podían mirar hacia arriba y ver la nube, podrían haber recordado todos los milagros que el Señor había hecho por ellos en su escape de Egipto, pero no querían pensar en esas cosas. Deliberadamente, Dios les había dado evidencias que atraían sus ojos y sus oídos pero, en lugar de tener eso en cuenta, insistieron en algo a lo que estaban acostumbrados. ¡Querían representar la gloria del Dios invisible por medio de la imagen de un buey!

¿Cuán tardos podían llegar a ser? No importa quién eres, de dónde vienes o desde que edad resides en un lugar, este tipo de necedad siempre se da cuando la gente rehúsa recordar  la manera en que Dios la ha conducido, y comienza a pensar en las así llamadas “buenas “cosas del mundo. Cada persona tiene su “Egipto “en el que es tentada a pensar y desear alcanzar. Para aquellos que nunca están totalmente comprometidos con Cristo, los caminos del Señor pronto de vuelven poco interesantes e insignificantes. Luego llega la necedad.

 

 

 

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