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HORA DE MEDIDAS DRÁSTICAS

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Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley Salmo 119.126.

El reino sureño de Judá tuvo algunos reyes buenos y algunas experiencias espirituales buenas, pero después de que Jeroboam introdujo la adoración al becerro en el reino del norte, la condición espiritual comenzó a ir cuesta abajo allí.

Después de 22 tormentosos años, Jeroboam murió, y los reyes que lo sucedieron fueron todos malos. Finalmente llegó un rey llamado Acab, que “hizo lo malo ante los ojos de Jehová, más que todos los que reinaron antes de él” (1 Reyes 16:30).

Para comenzar, se casó con Jezabel, hija de Et-baal, rey de Tiro y Sidón y sacerdote de Astoret. Puede que no suene muy mal al principio, pero recuerda que, desde su infancia, Jezabel había vivido en medio del peor tipo de adoración idolátrica. Su vida estaba tan saturada con el culto a Baal que insistió en traer consigo a Israel a 450 profetas de Baal y 400 profetas de Asera (una diosa cananea). Ellos le enseñarían al pueblo todo sobre idolatría.

No solo esto; como Acab era espiritualmente débil, no impidió a su terca esposa de perseguir a los verdaderos profetas y seguidores de Dios. No hay dudas de por qué las Escrituras dicen: “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová, porque Jezabel su mujer lo incitaba” (21:25).

¿Cómo pudo el pueblo de Dios apartarse de él y adorar a Baal?

“Durante muchos años, había estado perdiendo su sentido de reverencia y piadoso temor” (Profetas y reyes, p. 84). Y cuando se introdujo el culto a Baal, con toda su demostración maravillosa y ceremonias fascinantes, se aferraron de eso como una mejor religión. Ya ves, el mismo nombre Baal significa “señor”, así que no fue un gran engaño intercambiar los engranajes espirituales. El pueblo podía seguir diciendo “señor, señor” y sonaba como si estuvieran orando al verdadero Dios; pero estaban orando solo a las cosas que este había hecho, lo cual es inútil.

Dios, en su gran compasión, todavía amaba a su pueblo y estaba intentando hacer todo lo que pudiera para detenerlos de una completa autodestrucción. Ellos también habían destrozado su plan de mostrar a los paganos el significado hermoso de vivir la Ley que él había dado.

Habían estropeado el cuadro de cómo era el Señor en realidad y, cada vez que el pueblo de Dios hace eso, es hora de que él haga algún trabajo drástico.

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