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ENFRENTAMIENTO EN LA CIMA DEL MONTE

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¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. 1 Reyes 18:21.

Ni una gota de lluvia cayó sobre la tierra durante tres años y medio. Había llegado el momento de que Elías saliera de su escondite. Encontrándose con Abdías, siervo de Acab, le indicó que le dijera al Rey. “Aquí está Elías” (1 Reyes 18,8).

Confrontando a Acab, el profeta convocó a un enfrentamiento en el Monte Carmelo. Acab iba a congregar a todo el pueblo, incluyendo a los sacerdotes y los profetas de Baal, para la gran reunión.

 Los ministros de Baal llegaron el día señalado con mucha pompa y fanfarria; pero, para sus adentros, temían lo que Elías pudiera proponer. Con voz resonante, el hombre de Dios pronunció el desafío de nuestro texto. Luego, Elías les propuso que tuvieran listo un sacrificio y que se prepararan para llamar a su dios. Él haría lo mismo. Quien que respondiera con fuego consumidor, ese sería el verdadero Dios y el único al que el pueblo debía adorar de ahí en más. Los sacerdotes danzaron alrededor de su altar, gritando: “¡Baal, respóndenos!” (vers. 26). Satanás, gustosamente, los hubiera ayudado enviando algún relámpago, pero Dios no se lo permitió.

Los sacerdotes mismos estaban constantemente maquinando encender el fuego, pero Elías los estaba observando, como un halcón.

"¿Por qué no gritan Un poco más fuerte?" se burló Elías, "Tal vez esté ocupado hablando o se fue de viaje, ¡O quizás está durmiendo y necesita que lo despierten!"

Todo el día, estos falsos líderes saltaron y gritaron y se cortaron con cuchillos, para llamar a Baal. Pero no vino ninguna respuesta. Finalmente, roncos y demasiado cansados como para continuar, se retiraron de la competencia.

Elías dijo al pueblo que se acercara. Reconstruyó el viejo altar de Dios y luego hizo que cavaran una zanja alrededor del altar. De un manantial inagotable cercano a la cumbre, pidió al pueblo que llenara cuatro barriles de agua y empaparan todo. Hicieron esto tres veces, hasta que todo estuvo mojado y el agua llenó la zanja. Nadie podía decir que Elías los estaba engañando. Luego, Elías pidió a Dios que mostrara quién era realmente Dios.

Antes de que pudiera decir “Amén”, cayó fuego del cielo y consumió todo, incluidas las piedras y el agua de la zanja. El pueblo cayó, reverente, ante el verdadero Dios, quien había respondido por medio del fuego.

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