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Supón que te piden que te pongas de pie y hables frente a una gran audiencia. Cada ojo estaría sobre ti, ¡Justo sobre tu pequeña persona! ¿Puedes imaginar la sensación? Ahora bien, probablemente te sentirías un poco mejor al hacer esto si hubiese familiares y amigos sonriéndote, y sus rostros radiantes con orgullo y aliento. Pero imagina qué sería si, en lugar de lo anterior, todos estuvieran contra ti y sus rostros lucieran sus ceños fruncidos.
¿Cómo te sentirías entonces?
Jeremías fue llamado para ser un profeta cuando, probablemente, era adolescente. Dios lo había llamado para predicar un mensaje de advertencia impopular, sabía desde el comienzo que su mensaje no sería bienvenido. Las multitudes de personas más grandes que lo escucharan, odiarían sus palabras. Jeremías recordó a Dios que realmente era solo un niño, pero el Señor prometió estar con él.
Jeremías sabía muy bien por qué al pueblo no le gustaría escucharlo.
Cuando su padre, Hilcías, encontró el Libro de la Ley, el joven rey Josías quiso que toda Jerusalén oyera aquellas maravillosas palabras. Llamó a una reunión masiva. En efecto, el pueblo se levantó para prometer que seguirían las palabras de Dios. Después, Josías continuó con una de las más grandes reformas despedazadoras de ídolos registradas en la Biblia. Jeremías estaba seguro de que con él y su joven amigo, el rey, las cosas serían diferentes en Judá. Pero, Josías fue muerto en batalla justo cuando las cosas estaban yendo tan bien
Jeremías extrañaba profundamente a su amigo, Los ídolos habían sido derribados; pero el pueblo, ¿permanecería fiel a Dios? Pronto, sus corazones se volvieron de nuevo a dioses ajenos, y Jeremías sabía que tal regreso traería terribles resultados. Dios permitiría que los paganos se llevaran todo, incluyendo el mismo Templo de Salomón.
Jeremías iba a predicar a un pueblo que pretendía seguir a Dios, pero cuyo corazón todavía estaba aferrado a los ídolos. Por más de cuarenta años el profeta daría un mensaje de advertencia, mientras la audiencia rechazaría su llamado al arrepentimiento y la reforma.
Pero, a través de esta dura experiencia, Jeremías llegó a ser un amigo cercano de Aquel que lo había llamado en su juventud.