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El sol estaba saliendo e irradiaba su brillantez sobre el mar de Galilea, cuando Jesús caminaba por la playa para descansar durante un rato.
Los discípulos habían pasado toda la noche intentando pescar, sin éxito alguno, y estaban yendo hacia la orilla para lavar sus redes, cuando las multitudes comenzaron a juntarse alrededor de Jesús. Su descanso no había durado mucho tiempo; pero sabía que la gente necesitaba oír las buenas noticias de la salvación. Así que, para que todos pudieran verlo y oírlo claramente, pidió prestado el barco a Pedro. Subiéndose a bordo, pidió a Pedro que apartara el barco un poco lejos de la orilla. Luego se sentó, y les enseñó en una de las mejores aulas del mundo.
Para ilustrar sus lecciones, Jesús utilizaba cosas que el pueblo podía efectivamente ver. Las montañas, el lago, los campos distantes; usaba todo esto para contarles del gran amor de Dios. Cuando hubo terminado de hablar, Jesús se volvió a Pedro. “Ve más lejos, en el agua profunda, y arroja tu red”.
Pedro sabía muy bien que la hora para pescar en las aguas cristalinas de Galilea era la noche, no a la brillante luz del sol. Y luego ocurrió un milagro. Cuando Pedro y su hermano Andrés comenzaron a recoger la red, estaba tan llena de peces que casi se rompía “Traigan su bote y ayúdennos”, llamaron a Santiago y a Juan entre gruñidos. Cuando finalmente trajeron la pesca a la orilla, ambos botes estaban en peligro de hundirse.
Pedro estaba tan impresionado que cayó y tomó a Jesús por los pies, diciendo: “Apártate de mí, porque soy un pecador”. ¡Se aferró de Jesús, aun así le pedía que lo dejara! Este milagro en particular tocó a Pedro más que ningún otro que hubiese visto antes; probó que Jesús tenía poder divino. Sabía que él mismo era un pecador e incrédulo, y estar ante la misma presencia de Dios lo hizo sentir indigno. Él y los demás discípulos habían pasado una noche muy desalentadora. No solo no pescaron ningún pez, sino también sus mentes se habían vuelto sombrías, con dudas sobre el futuro. Ahora, Pedro se dio cuenta de que en la presencia de Cristo todo estaría bien.
Jesús los llamó a dejar todo y seguirlo, y los pondría a trabajar para ayudar a otros a estar como Pedro estaba ahora.
Una vez que alguien verdaderamente percibe la majestad de Dios, está listo para seguirlo y hacer su trabajo.