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LA FE SUPERIOR DE UN OFICIAL ROMANO

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Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Mateo 8:13.

Una delegación de ancianos y autoridades de iglesia se acercaron a Jesús cuando estaba entrando en la ciudad de Capernaum. “Hay un centurión romano en el pueblo que desea que sanes a su siervo, que está enfermo”, dijeron. Luego, en su típica manera santurrona, agregaron: “Él es digno de que le concedas esto porque ama a nuestra nación y nos ha construido una sinagoga”.

Inmediatamente, Jesús se encaminó hacia la casa del centurión, no porque los ancianos judíos lo hubiesen recomendado sino porque estaba respondiendo a un sincero llamado de fe.

Los siervos de los romanos eran esclavos; con frecuencia se los trataba con crueldad. Pero este oficial romano había llegado a estar muy tiernamente apegado a su siervo y realmente quería verlo sano. Se sentía indigno de que Jesús fuera a verlo personalmente.

Mientras tanto, Jesús estaba teniendo dificultades para avanzar, por la multitud de personas que saturaba la calle a su alrededor. La noticia de que el Maestro estaba yendo a la casa del centurión llegó a oídos del mismo oficial, quien le envió un mensaje: “Señor, no te molestes porque no soy digno de que entres bajo mi techo”. Los líderes judíos habían dicho que era digno, pero el romano sentía, humildemente, que no lo era. Jesús siguió caminando por la calle. Finalmente, el centurión mismo salió a su encuentro.

"No me considero digno de venir ante ti", dijo, "Solo di la palabra y mi siervo sanará, Comprendo la autoridad porque tengo soldados a mi cargo, quienes van y vienen según les ordeno".

Como comandante a cargo de cien soldados, representaba la autoridad romana y sus soldados lo obedecían. Él estaba diciendo que Jesús representaba el poder de Dios y, por ello, con solo dar la Orden la enfermedad se iría y los ángeles vendrían del cielo a impartir sanidad.

Jesús se maravilló por esto. Dijo a los que lo seguían: “De cierto os digo, que mi aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10).

Y el hombre no fue desilusionado. Su siervo fue sanado sin que Jesús tuviera que entrar en su habitación de enfermo.

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