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EL VÍNCULO QUE REALMENTE CUENTA

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Todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano, y hermana, y madre. Mateo 12: 50.

Uno de los casos aparentemente más desesperados que se trajo alguna vez a Jesús fue un hombre que no solo estaba poseído por los demonios, sino también era ciego e incapaz de hablar.

Pero tan pronto como Jesús sanó al pobre hombre, de manera que su mente fue liberada, sus ojos abiertos y su lengua suelta, ¡los fariseos aseguraron que el milagro había sido realizado por medio del poder del diablo!

Cuando Jesús oyó esto, recordó a estos líderes que Satanás no pelea consigo mismo. El diablo no podía expulsar demonios, ¡o estaría trabajando para Dios!

Cuando la gente asegura que el trabajo del Espíritu Santo es de Satanás, están en un terreno muy peligroso. Es por medio del Espíritu Santo que somos convencidos de pecado y traídos al arrepentimiento y la fe en Cristo. Pero resistirlo obstinadamente y después declarar que la convicción es del diablo, elimina el único medio que tiene el Cielo para salvarnos.

El pecado imperdonable ocurre por resistir continuamente al Espíritu Santo. Gradualmente, el corazón se endurece cada vez más, y finalmente no hay nada -absolutamente nadaque Dios pueda hacer, sino aceptar nuestra elección de muerte.

Estos fariseos no creían realmente en el cargo que habían traído contra el Salvador. En el fondo, se sentían atraídos a Jesús, pero el orgullo les impedía aceptarlo. Sería demasiado humillante confesar que habían estado equivocados. Así que, hicieron todo lo que pudieron por desacreditar a Jesús. Pero todo el tiempo se estaban acorralando a sí mismos en el terreno de Satanás, donde estarían completamente fuera del alcance de la salvación.

Los hermanos de Jesús estaban avergonzados de él. Cada vez que Jesús hablaba explícitamente a los dirigentes de la iglesia, sentían vergüenza. Les habían llegado noticias de que Jesús, con frecuencia, no tomaba tiempo para dormir o comer; algunos amigos temían que estuviera perdiendo la razón. Por lo que, a esta hora, los hermanos urgieron a María a ponerse de acuerdo con ellos para detener a Jesús de su obra.

Cuando los discípulos informaron al Señor que su madre y sus hermanos estaban esperando para verlo, dijo las palabras del texto de hoy.

Aquellos que son creyentes y hacedores de sus palabras por medio del poder del Espíritu, están más cerca de él que los familiares de sangre.

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