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EL GRAN PICNIC PARA LOS PAGANOS

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Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. Marcos 8:2.

Después de dejar Fenicia, Jesús volvió hacia el sur, a la costa este de Galilea. Fue aquí que unos diez meses antes había sanado a los endemoniados y los cerdos habían caído en picada por el acantilado. Ahora estaban a principios del verano; mientras tanto, los ex endemoniados habían contado su historia por todos lados. La gente quería realmente ver a Jesús de nuevo, así que, cuando apareció, esta vez una multitud se juntó a su alrededor.

Lo primero que estos paganos hicieron fue traerle a un hombre sordo, que tenía problemas con el habla. Jesús llevó aparte al pobre hombre tartamudo y, en lugar de su método usual de hablar solo una palabra, puso sus dedos en las orejas del hombre y tocó su lengua. Luego, levantando la vista al cielo, Jesús suspiró mientras pensaba en toda la gente que estaba sorda a sus palabras y cuyas lenguas no lo proclamarían como su Redentor.

Efata”, dijo Jesús. Esta fue la palabra que usó, y significa “sé abierto”, en arameo. El hombre sanó inmediatamente.

“No le cuentes a nadie lo que ha ocurrido”, dijo Jesús. En el caso de los endemoniados, quería que ellos contaran su historia porque haría que la gente lo recibiera cuando continuara con un trabajo mayor en esta área.

Sin embargo, el hombre no obedeció a Jesús y fue por todos lados, contando lo que había sucedido. Los gentiles rodearon a Jesús, trayendo a sus enfermos y cojos.

“Me da pena la multitud”. Jesús fue tocado por la ansiedad de esta gente de estar con él, que no podía pensar en dejarlos ir a sus casas débiles y hambrientos.

Pero, los discípulos sentían que era imposible alimentar a la gente. En verdad, podían recordar cómo había alimentado Jesús a todas aquellas personas que habían llegado de Betsaida en la primavera. Pero su prejuicio judío bloqueaba cualquier idea acerca de que Jesús alimentara a estos gentiles. Todo lo que pudieron conseguir esta vez fueron siete panes y dos peces. De estos, Jesús alimentó a cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños.

Cuando el gran picnic hubo terminado, los envió de regreso, con corazones alegres y agradecidos.

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