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Este milagro poderoso era la prueba final de que Jesús era el Hijo de Dios. Pero, no todos lo aceptaron como tal.
Los espías fueron rápidamente de regreso a Jerusalén para contárselo a los líderes religiosos. Había menos de 3 km desde Betania a Jerusalén, y no llevó mucho tiempo para que los dirigentes se enteraran de los hechos. En efecto, ¡Jesús había resucitado a alguien que había estado muerto y enterrado por cuatro días! Lo había hecho frente a una multitud de testigos. Para los líderes, esto era demasiado.
El Sanedrín era el grupo religioso más poderoso en Israel y estaba formado tanto por fariseos como saduceos. Aunque antes siempre habían peleado entre ellos, ahora su odio hacia Jesús los unió. La resurrección de Lázaro provocó a los saduceos, porque tocaba su creencia favorita de que un cuerpo muerto nunca podía ser traído a la vida otra vez. Solo unas pocas palabras de Jesús, y toda su teoría colapsaba.
Los fariseos creían en una resurrección, pero siempre odiaron a Cristo por exponerlos como hipócritas ante la gente. Vez tras vez, Jesús había mostrado cuán vacías eran sus reglas y regulaciones, y esto los ponía tan furiosos que deseaban desquitarse.
Ahora, tanto los fariseos como los saduceos pusieron sus cabezas a trabajar juntas, a fin de planificar la mejor manera de silenciar a Jesús. El Espíritu Santo estaba presente en su reunión, tratando de impresionar sus duros corazones con el pensamiento de que efectivamente estaban peleando en contra de Dios. Perplejos y afligidos, se preguntaban el uno al otro: “¿Qué estamos haciendo?”
Cuando parecía que toda la reunión no iba a llegar a ningún lado, Caifás, el sumo sacerdote, se puso en pie. Aunque ignoraba lo que realmente decían las profecías, habló como si supiera lo que estaba diciendo. “Ustedes no saben absolutamente nada. Es mejor que un hombre muera por el pueblo a que la nación entera perezca”.
En lo que a Caifás le concernía, aun si Jesús fuese inocente, sería mejor matarlo antes de que los romanos les quitaran todos sus derechos.
Jesús estaba por morir par todo el mundo, pero Caifás no entendía el verdadero significado de sus propias palabras.