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MÁS TRAMPAS Y EL FINAL DE LAS PREGUNTAS

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Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Mateo 22:37-39.

Los fariseos se parecían mucho a los perros bulldog una vez que se hubieron aferrado a la idea de atrapar a Jesús, no se darían por vencidos.

Imaginaron que él reconocería a los viejos espías, así que, esta vez enviaron a algunos ansiosos hombres jóvenes, esperando que no sospechara del complot. Formando equipo con estos estaban los herodianos, una agrupación política que los fariseos odiaban hacía mucho tiempo.

Esta vez, tenían una pregunta que estaban seguros que dejaría mudo a Jesús.

¿Era lícito pagar impuestos o no?

Si Jesús decía “No”, entonces los herodianos rápidamente podrían informar a los romanos que estaba tramando una rebelión civil. Si decía “Sí”, entonces los fariseos lo acusarían ante el pueblo de ser desleal a la ley de Dios.

Pero Jesús vio más allá de su pequeño plan, y después de pedir prestada una moneda preguntó de quién era la imagen que estaba en ella. La respuesta obvia llegó: “De César”.

Jesús replicó: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21).

Aunque los fariseos fueron silenciados, los saduceos estaban esperando del otro lado, listos con su pregunta sobre la ley que Dios había dado por medio de Moisés. Contaron a Jesús sobre una mujer que se había casado siete veces porque cada uno de sus maridos moría y quedaba sin hijos. En la resurrección, ¿cuál será su esposo?

Los saduceos se jactaban de sí mismos de cuán estrictamente seguían los escritos de Moisés, pero Jesús rápidamente descubrió su falta de conocimiento sobre las Escrituras: “En la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (vers. 30).

Ni había acabado de silenciar a los saduceos cuando los fariseos querían intentar algo una vez más. Esta vez, tenían a un afilado intérprete de la ley, que preguntó cuál de los Diez Mandamientos era el más grande. La respuesta la encuentras en nuestro pasaje para hoy: amar a Dios y amar a los otros es la base de toda la Ley divina.

Después de eso, nadie más osó preguntarle nada más.

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