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Herodes había querido ver a Jesús hacía mucho tiempo. Su conciencia lo había molestado desde que decapitó a Juan el Bautista. Ahora, tenía una oportunidad para salvar la vida de Jesús y aquietar su conciencia; también esperaba que Jesús realizara un milagro. Pero cuando se trajo al Señor ante Herodes, no habló una palabra ni hizo nada para satisfacer la curiosidad del cruel rey. Todavía esperanzado, Herodes intentó persuadir a Jesús de que obrara algún acto milagroso, trayéndole algunos paralíticos y gente pobre.
Aunque Herodes era Un mal hombre y de corazón duro, no quería la responsabilidad de condenar a Un hombre inocente, así que envió de regreso a Jesús a Pilato. Esto desilusionó al Gobernador romano, y lo puso terriblemente impaciente con los dignatarios judíos.
“Lo haré azotar y luego lo soltaré”, dijo, esperando que el hecho de azotar a Jesús despertara su compasión.
Para esta altura, alguien alcanza a Pilato una nota de parte de su esposa. Ella acababa de despertar de una pesadilla a los gritos; una pesadilla en la cual había visto los eventos del juicio de Jesús. Rápidamente garabateó una nota a su esposo: “¡No tengas nada que ver con aquel hombre justo!”
La sangre abandonó el rostro de Pilato; estaba muy afectado. Por naturaleza era un hombre débil de carácter, ahora, estaba tan confundido que no sabía qué hacer.
Era costumbre popular en la fiesta de Pascua liberar a un prisionero de la sentencia de muerte, Pilato decidió que la gente eligiera entre Barrabás, un criminal y revolucionario reincidente, y Jesús. Esperaba que la multitud cambiara de opinión. Pero estaba equivocado: como mugido de toros salvajes, la muchedumbre gritó: “¡Liberen a Barrabás!”
Pilato ordenó que desnudaran a Jesús hasta la cintura y que lo azotaran frente a todos, para que pudieran ver la sangre fluir; eso debería satisfacerlos. Luego, sus soldados vistieron a Jesús con un viejo manto púrpura, le hicieron una corona de espinas, pusieron un palo largo en su mano y pretendieron inclinarse y adorarlo. Escupieron en su rostro, frecuentemente le arrebataban el palo y lo usaban para golpear la corona de espinas, incrustándola más en su frente,
Cuando Pilato llevó a Barrabás a la multitud para que pudieran compararlos lado a lado, no pudo ayudar señalando a Jesús y proclamando las palabras del versículo de hoy.