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Antes de que Jesús muriera, prometió encontrarse con los creyentes en Galilea, después de su resurrección. Pero tenían que ser cuidadosos. Los judíos iban a sospechar, si los seguidores de Jesús comenzaban a caminar hacia el norte todos al mismo tiempo. No sería prudente ir juntos en grupo, así que partieron desde distintas direcciones y permanecieron en compañías pequeñas. Algunos tomaron caminos indirectos, de manera que nadie se diera cuenta de su destino.
“Al momento fijado, como quinientos creyentes se habían reunido en grupitos en la ladera de la montaña, ansiosos de aprender todo lo que podían de los que habían visto a Cristo desde su resurrección” (El Deseado de todas las gentes, p. 757).
De pronto, Jesús apareció en medio de toda la gente, nadie podía decir de dónde vino y cómo llegó allí, la gente pestañeó y se frotó los ojos: ¡era él realmente! Muchos de ellos nunca lo habían visto antes, pero notaron las cicatrices en sus manos y pies, y que su rostro estaba iluminado como el rostro de Dios.
La Biblia nos dice: “Pero algunos dudaban” (Mateo 28:17). Imagina eso ¡Incrédulos en la cima de la montaña! Aquí estaban, supuestamente, todos los que creían en Jesús… pero algunos dudaban. Habían oído el testimonio y los estudios bíblicos de los once discípulos y de otros; habían visto con sus propios ojos y oído con sus propios oídos. Pero todavía dudaban. Aun cuando Jesús se paró frente a ellos, no podían creerlo.
Siempre será de esta manera, hasta que Jesús regrese a la Tierra. Siempre habrá incrédulos entre la multitud, y perderán muchísimo por su incredulidad.
“Se me ha dado toda la autoridad, tanto en el cielo como en la tierra”, dijo Jesús a la gente. Ahora era el Salvador resucitado, y tenía todo el poder del cielo y de la Tierra a sus órdenes.
Su trabajo humano en nuestro planeta estaba cumplido, pero ahora estaba por entrar en su muevo trabajo como Sumo Sacerdote celestial, para ministrar ante Dios en nuestro nombre. Satanás pasaría los siguientes siglos levantando acusaciones contra los creyentes, pero Jesús estaría allí para representar a todos aquellos que crean en él. Creer en él es tan importante que Jesús instruyó a sus discípulos que dieran a cada hombre, mujer y niño una oportunidad para hacerlo.