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DOS QUE NO CORRIERON A CASA DE MAMÁ

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A vosotros os es concedido a causa de Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él. Filipenses 1:29.

Cuando Pablo, Bernabé y Juan Marcos dejaron Chipre y navegaron a Asia Menor, las dificultades comenzaron a aumentar. Como este era un muevo país para ellos y no había cristianos en los alrededores que los ayudaran, los viajeros misioneros no tenían la más mínima idea de dónde se quedarían por la noche. Había peligro de que les robaran en las calles solitarias. Cada paso que los llevaba más profundamente a un nuevo territorio, asustaba más a Juan Marcos. Se desalentó por el futuro.

Repentinamente, Juan Marcos dijo, impulsivamente, que iba a regresar a la casa de su madre, María, quien tenía un lugar lindo, grande y cómodo en Jerusalén. Su decisión hizo que Pablo se enojara; no le gustaba la idea de que un joven desistiera de su misión.

Y las cosas se pusieron más ásperas. Pablo y Bernabé fueron expulsados de Antioquía en Pisidia. Los judíos incrédulos incitaron a toda la ciudad y los expulsaron. Pablo y Bernabé se retiraron; pero solo después de haber convencido a muchas personas de que se volvieran cristianos.

Llegando al pueblo de Iconio, se toparon con el mismo problema. Cuando muchos aceptaban el evangelio, los judíos hasta excitaban a los gentiles en contra de ellos. Por supuesto, cuanto más tiempo Pablo y Bernabé predicaban, tanto más dividida se volvía Iconio, hasta que toda la ciudad quedó separada en dos en cuanto a quién estaba en lo correcto: los judíos o los nuevos predicadores cristianos.

Era una tremenda publicidad. Y con tanta publicidad gratuita, Pablo y Bernabé no tuvieron problemas en reunir una multitud de personas para que los escucharan. Esto hizo que los dignatarios judíos se enojaran más aún. Finalmente, por sus informes mentirosos fueron capaces de enardecer tanto al pueblo que la multitud que los escuchaba se convirtió en una turba peligrosa. Después, los dirigentes dijeron a los oficiales de la ciudad que habían sido Pablo y Bernabé quienes causaron el terrible tumulto.

Algunos de sus amigos, aunque no eran creyentes, advirtieron a los misioneros sobre el peligro: los judíos estaban dispuestos a matar a los predicadores de cualquier manera posible. Hasta que las cosas se enfriaran, sería mejor para ellos que se fueran.

Así que, Pablo y Bernabé se fueron secretamente de Iconio, sabiendo muy bien que regresarían a predicar otra vez después de que los ánimos se hubieran calmado.

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