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SUFRIENDO POR CAUSA DE JESÚS

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También todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución. 2 Timoteo 3:12.

La popularidad nunca dura mucho tiempo, y la adoración que los habitantes de Listra sintieron por Pablo y Bernabé pronto se cambió en odio. Algunos judíos fanáticos causaron esto, cuando se convocaron al oír del éxito de la obra del evangelio en Listra.

Cuando llegaron a Listra, estos fanáticos difundieron los rumores de que Pablo y Bernabé poseían poderes demoníacos y que, posiblemente, ellos mismos fueran demonios con forma humana. La acusación que usualmente los judíos usaban sobre blasfemia no funcionaría en esta comunidad pagana, pero funcionó despertarla superstición de la gente.

Los licaonios rugieron su odio como animales salvajes. Llenos con furia satánica, tomaron por la fuerza a Pablo, el portavoz, y comenzaron a arrojarle piedras, en venganza. Las piedras que volaban eran tantas y tan rápidas que Pablo estaba seguro de que su fin había llegado.

Cuando algunas rocas particularmente grandes lo golpearon en la cabeza, se desplomó en el suelo. Creyendo que estaba muerto, la muchedumbre lo tomó y lo sacó fuera de la ciudad. Lo dejaron allí.

Una compañía de creyentes pequeña, pero fiel, tristemente se juntó alrededor del cuerpo inerte de Pablo. Entre ellos había un joven llamado Timoteo, quien más tarde llegó a ser un obrero importante para el Señor.

¡Pero, Pablo no había muerto! Imagina cuán grandes se abrieron los ojos de estos nuevos amigos de Jesús cuando se puso en pie y comenzó a alabar a Dios! Para estos nuevos cristianos, este milagro mostró el poder de Dios y pareció colocar un sello de aprobación sobre su cambio de creencias.

Al día siguiente, Pablo y Bernabé caminaron unas pocas millas al sudeste, hacia Derbe, donde comenzaron a predicar otra vez. Muchas personas aceptaron a Jesús allí, y una vez que los nuevos creyentes conformaron una iglesia, los misioneros dieron la vuelta y regresaron precisamente a los mismos lugares donde los habían perseguido. Querían asegurarse de que los nuevos cristianos estuvieran organizados en iglesias, para que pudieran ayudarse mutuamente.

Por fin, Pablo y Bernabé completaron su primer viaje misionero y regresaron a Antioquía, en Siria. La iglesia allí ahora era grande y estaba creciendo, y los dos misioneros que regresaron convocaron a los cristianos para contarles las historias emocionantes de cómo Dios los había protegido, cómo los había conducido y cómo había dado tal magnífico éxito a su obra misionera.

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