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GRAN SERMÓN, GRAN CAÍDA, GRAN GOZO

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Estad siempre gozosos. 1 Tesalonicenses 5:16.

Gracias a la obra de Pablo en Éfeso, las ventas de los pequeños y populares templecillos de plata dedicados a la diosa Diana cayeron abruptamente. Y esto es lo que condujo las cosas a un punto crítico.

Demetrio, un platero que hacía mucho dinero fabricando estos ídolos, dio un discurso ardiente contra Pablo. Al lograr que los demás fabricantes de ídolos se enojaran con Pablo, la furia se extendió por toda la ciudad. Cuando las cosas no podían ir peor, el sujeto de la controversia, tranquilamente, se fue de la ciudad.

Pablo continuó difundiendo el evangelio; pero quiso volver especialmente a visitar las iglesias que había organizado en Europa. Después de un viaje a través de Grecia, regresó a Corinto. Desde allí, se propuso regresar a Jerusalén.

Pero justo cuando se estaba embarcando en un navío, alguien le susurró que una banda de fanáticos estaba proyectando matarlo. Así que, en lugar de tomar el barco, caminó hasta Filipos.

Encontrarse con los creyentes filipenses fue muy especial para el gran apóstol. De todos los conversos, estos eran los más cariñosos y sinceros. Pero, pronto llegó el tiempo de partir. Timoteo y varios otros se adelantaron para decir a los creyentes de Troas que Pablo estaba en camino. Los creyentes estaban felices de ver a su padre en la fe otra vez, y después de una semana de visita, celebraron un último servicio de comunión todos juntos.

Con Pablo como el principal predicador, seguramente iba a ser una noche fascinante. Pero, terminó siendo más emocionante de lo que cualquiera hubiera querido.

Nadie notó que un hombre joven, llamado Eutico, se había apoyado en la ventana. Sus párpados se cerraban cada vez más, hasta que no pudo mantener sus ojos abiertos por ningún momento más. Desplomándose a través de la ventana abierta, se cayó desde tres pisos hasta el pavimento, abajo.

Hubo gritos y llantos mientras la gente corría hacia afuera, agolpándose alrededor del cuerpo inerte, ¡Eutico estaba muerto! “Pero Pablo, pasando por en medio de la congregación asustada, lo abrazó y ofreció una oración fervorosa para que Dios restaurara la vida al muerto” (Los hechos de los apóstoles, p. 313). Dios respondió a su oración y Eutico abrió sus ojos.

¡No es de extrañar que todos regresaran a aquel aposento de reunión regocijándose! Celebraron un servicio de comunión que duró hasta la mañana.

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