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El profeta Agabo estaba exactamente en lo correcto. Su predicción de que Pablo sería arrestado en Jerusalén se hizo realidad tan pronto como el apóstol llegó a la ciudad. Algunos judíos de Asia Menor reconocieron a Pablo en el Templo y comenzaron a gritar todo tipo de cargos falsos en contra de él. Los guardias literalmente tuvieron que llevar a Pablo a un lugar seguro, o los judíos lo habrían despedazado.
Cuando llegaron a las escaleras que conducían a la Torre de Antonia, donde los soldados estaban ubicados, Pablo pidió permiso para hablar al pueblo. De pie en lo alto, por sobre sus cabezas y fuera de su alcance, comenzó a hablarles en su propio idioma. El pueblo estaba enojado, pero muy curioso. Escucharon sobre la historia de su conversión hasta que llegó a la parte en que Dios lo llamó para ir a los gentiles. Entonces, explotaron.
“Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva” (Hechos 22:22).
Luego, la turba enloqueció completamente, Tirando de sus ropas y arrojando polvo al aire, echaban espuma por la boca tratando de alcanzar a Pablo. Pero el capitán de la guardia lo llevó adentro, para su seguridad. El soldado no sabía de qué se trataba todo eso, pero estaba por descubrirlo. Desnudando a Pablo hasta la cintura, ordenó que se lo azotara, en el típico estilo romano, para que confesara. Pero cuando un oficial ató al prisionero con las correas, Pablo hizo una pregunta: “¿Es legal para ustedes azotar a un hombre que es ciudadano romano y que no ha sido condenado?”
El capitán se detuvo; y se preocupó hasta su acción de atar a Pablo para ser azotado era ilegal, Desató sus manos, y ordenó una audiencia ante el Sanedrín para el día siguiente.
Pablo había sido miembro del Sanedrín y sabía que sus integrantes estaban divididos. Los fariseos creían en una resurrección al final de los tiempos, y los saduceos no. Así que, decidió decir: “Yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga” (Hechos 23:6). Su comentario funcionó. Los fariseos querían proteger a Pablo, pero los saduceos querían matarlo. El concilio entero se dividió, y comenzó a gritar tanto que el capitán de la guardia tuvo que escoltar a Pablo hasta un lugar seguro. Aquella noche, Jesús descendió y alentó a Pablo.