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Entender su misión

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«Cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la Fiesta». Lucas 2:42

JESÚS, EL REGALO DE DIOS

LA PASCUA IBA SEGUIDA de los siete días de panes sin levadura. El segundo día de la fiesta, se presentaba una gavilla de cebada delante del Señor como primicias de la cosecha del año. Todas las ceremonias de la fiesta eran figuras de la obra de Cristo. La liberación de Israel de la esclavitud egipcia era un símbolo de la redención, que la Pascua estaba destinada a rememorar. El cordero que se sacrificaba, el pan sin levadura, la gavilla de las primicias, representaban al Salvador.

Para la mayor parte de los que vivía en los días de Cristo, la observancia de esta fiesta se había convertido en puro formalismo. Pero, ¡cuánto significaba para el Hijo de Dios!

Por primera vez, el niño Jesús miraba el templo. Veía a los sacerdotes de albos vestidos cumplir su solemne ministerio. Contemplaba la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio. Juntamente con los adoradores, se inclinaba en oración mientras que la nube de incienso ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresionantes ritos de la Pascua. Día tras día, comprendía mejor su significado. Cada acto parecía ligado a su propia vida. Se despertaban nuevos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar estudiando un gran problema. El misterio de su misión se estaba revelando al Salvador.

Cautivado por estas escenas, no permaneció al lado de sus padres. Buscó la soledad. Cuando terminaron los servicios pascuales, se demoró en los atrios del templo; y cuando los adoradores salieron de Jerusalén, él fue dejado atrás.

En esta visita a Jerusalén, los padres de Jesús desearon familiarizarlo con los grandes maestros de Israel. Aunque era obediente a la Palabra de Dios, no se conformaba con los ritos y las costumbres de los rabinos. José y María esperaban inducir a Jesús a reverenciar a esos sabios y a prestar más atención a sus requerimientos. Pero en el templo Jesús había sido enseñado por Dios, y empezó en seguida a impartir lo que había recibido. [...]

De haber seguido las lecciones que él señalaba, los sabios habrían realizado una reforma en la religión de su tiempo. Se habría despertado un profundo interés en las cosas espirituales; y al iniciar Jesús su ministerio, muchos habrían estado preparados para recibirlo.El Deseado de todas las gentes, cap. 8, pp. 60-62.

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