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El fundamento de la victoria

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«Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo». 1 Corintios 15: 57

LA VICTORIA EN CRISTO

PARA TODOS los que creen, Cristo es el firme fundamento. Estos son los que caen sobre la Roca y son quebrantados. Así se representan la sumisión a Cristo y la fe en él. Caer sobre la Roca y ser quebrantado es abandonar nuestra justicia propia e ir a Cristo con la humildad y sencillez de un niño, arrepentidos de nuestros pecados y creyendo en su amor perdonador. Y es asimismo por la fe y la obediencia como edificamos sobre Cristo como nuestro fundamento.

Sobre esta piedra viviente pueden edificar por igual los judíos y los gentiles. Es el único fundamento sobre el cual podemos edificar con seguridad. Es suficientemente firme para todos y soporta el peso y la carga del mundo entero. Y por la comunión con Cristo, la roca viva, todos los que edifican sobre este fundamento llegan a ser «piedras vivas» (1 Ped. 2:5). Muchas personas se modelan, pulen y hermosean por sus propios esfuerzos, pero no pueden llegar a ser «piedras vivas», porque no están en comunión con Cristo. Sin esta comunión, el ser humano no puede salvarse. Sin la vida de Cristo en nosotros, no podemos resistir los embates de la tentación. Nuestra seguridad eterna depende de que edifiquemos sobre el fundamento seguro. Multitudes están edificando hoy sobre fundamentos inseguros. Cuando caiga la lluvia, brame la tempestad y vengan las crecidas, su casa caerá porque no está fundada sobre la Roca eterna, la principal piedra del ángulo, Cristo Jesús.

Para aquellos que «por su desobediencia, tropiezan en la palabra», Cristo es una roca que produce confusión y escándalo. Pero «la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo» (1 Ped. 2: 7, 8). Como la piedra rechazada, Cristo soportó durante su misión terrenal el desdén y el ultraje. Fue «despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en sufrimiento [...] fue menospreciado, y no lo estimamos» (Isa.53:3). Pero estaba cerca el tiempo en que había de ser glorificado. Por su resurrección, había de ser «declarado Hijo de Dios con poder» (Rom. 1: 4). En su segunda venida, habría de revelarse como Señor del cielo y de la tierra. Aquellos que estaban ahora por crucificarlo, reconocerían su grandeza. Ante el universo, la piedra rechazada vendría a ser cabeza del ángulo. [...]

Así será en el gran día final, cuando se pronuncie sentencia sobre los que rechazan la gracia de Dios. Cristo, su roca de escándalo, les parecerá entonces una montaña vengadora.El Deseado de todas las gentes, cap. 65, pp. 565-566.

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