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Finalmente: Un lugar por sobre los ángeles

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«Al vencedor le concederé que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono». Apocalipsis 3: 21

LA VICTORIA EN CRISTO

POR EL GOZO puesto delante de él, Cristo soportó la cruz [ver Heb. 12:2] [...], murió en la cruz como sacrificio por el mundo, y gracias a este sacrificio tenemos acceso a la mayor bendición que Dios pudiera haber derramado: el don del Espíritu Santo. Esta bendición es para todos los que reciban a Cristo. El mundo caído es el campo de batalla del mayor conflicto que el universo jamás haya presenciado. Nuestro planeta es el escenario en el cual se libra la mayor lucha entre el bien y el mal, entre el cielo y el infierno. Todo ser humano desempeña un papel en este conflicto. Nadie puede permanecer en terreno neutral. Podemos aceptar o rechazar al Redentor del mundo. Todos son testigos, en favor o en contra de Cristo. Él llama a los que se alistan bajo su estandarte para que entren con él en el conflicto como fieles soldados, para así heredar la corona de la vida. Han sido adoptados como hijos e hijas de Dios. Cristo les ha dejado su promesa segura de que habrá un gran galardón en el reino de los cielos para los que participen en su humillación y sufrimiento por causa de la verdad.

La cruz del Calvario desafía, y vencerá finalmente, a todos los poderes terrenales e infernales. En ella se concentra toda influencia, y de ella irradia en todas direcciones. Es el gran centro de atracción, porque en ella Cristo dio su vida por la humanidad. El sacrificio fue ofrecido con el propósito de restaurar al hombre a su perfección original; aún más, fue ofrecido para transformar completamente su carácter, y hacerlo más que vencedor. Los que venzan al gran enemigo con la fortaleza de Cristo, ocuparán un puesto en las cortes celestiales superior al de los ángeles que nunca cayeron. [...]

Dios ha colocado todas las riquezas del cielo a la disposición de los seres humanos. En el depósito de los tesoros celestiales no hay nada que se considere demasiado costoso como para no poder acompañar al gran don del Unigénito Hijo de Dios. «Mas a todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios» (Juan 1:12). Cristo tiene poder para impartir el soplo de vida en la humanidad caída. Los que lo reciban, nunca tendrán hambre ni padecerán de sed; porque no puede haber un gozo mayor que el que se encuentra en Cristo.General Conference Bulletin, segundo trimestre de 1899, p. 33.

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