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El remedio de Cristo para las oraciones muertas

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«La oración eficaz del justo puede mucho». Santiago 5: 16

LA LLAVE  DE LOS DEPÓSITOS CELESTIALES

COMO CREYENTES en Cristo necesitamos más fe. Necesitamos ser más fervientes en la oración. Muchos se preguntan por qué sus oraciones son tan muertas, su fe tan débil y vacilante, su experiencia cristiana tan sombría e incierta. «¿Qué aprovecha-dicen ellos-que observemos los mandamientos y que nos humillemos ante el Señor?». En el capítulo 58 de Isaías, Cristo demostró cómo puede cambiarse esta situación. Dice: «El ayuno que yo escogí, ¿no es más bien desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, dejar ir libres a los quebrantados y romper todo yugo? ¿No es que compartas tu pan con el hambriento, que a los pobres errantes albergues en casa, que cuando veas al desnudo lo cubras y que no te escondas de tu hermano?» (vers. 6-7). Tal es la receta que Cristo prescribió para el alma que desmaya, duda y tiembla. Si estás afligido, levántate y socorre a alguien que necesite auxilio.

La iglesia necesita el poder guiador del Espíritu Santo; y este es el momento de orar por él. Pero como en todo lo que Dios hace por nosotros, espera que cooperemos con él. Con este objetivo nos invita a tener una mayor piedad, un sentido más objetivo del deber y una comprensión más clara de nuestras obligaciones hacia el Creador. El Señor nos ruega que seamos puros, santos y trabajadores. Y la obra de ayudar a otros es un medio para lograrlo, porque el Espíritu Santo se comunica con todos los que prestan servicio a Dios. [...]

Dios espera que usemos todas las bendiciones celestiales en nuestra labor en las filas de Cristo. En la medida en que realicemos individualmente la obra que nos ha sido asignada, nos veremos rodeados por una atmósfera completamente diferente. Nuestras labores irán acompañadas de bendición y poder. Nuestros pensamientos y sentimientos se refinarán. El egoísmo que una vez aprisionó nuestras almas quedará vencido. Nuestra fe será una fe viva. Nuestras oraciones serán más fervientes. La influencia vivificadora y santificadora del Espíritu Santo se derramará sobre nosotros, y nos sentiremos más cerca del reino de los cielos.

El Salvador no tiene en cuenta jerarquías ni clases sociales, honores mundanales ni riquezas. El carácter y la consagración es lo que vale para él.Testimonios para la iglesia, t. 6, Sec. 4, pp. 268-270.

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