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LA FAMILIA DE DIOS
ES MUY NECESARIO que se cultive la verdadera delicadeza en el hogar. Con ella se da un poderoso testimonio en favor de la verdad. La grosería en las palabras y en la conducta, sea quien sea que la manifieste, revela un corazón viciado. La verdad de origen celestial no degrada nunca a quien la recibe, ni lo hace grosero o tosco. La influencia de la verdad suaviza y refina. Cuando los jóvenes la reciben los hace respetuosos y corteses. La cortesía cristiana se recibe únicamente bajo la obra del Espíritu Santo. No consiste en disimulo o pulimento artificial, ni en inclinarse con reverencia y sonrisas artificiales. Esta es la clase de cortesía que poseen los del mundo, pero carecen de la verdadera cortesía cristiana. La cortesía y la delicadeza verdaderas se obtienen únicamente de un conocimiento práctico del evangelio de Cristo. La verdadera cortesía consiste en manifestar bondad hacia todos, humildes o encumbrados, ricos o pobres.
La esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás. La educación esencial y duradera es la que amplía el ámbito de la amistad, y fomenta la bondad hacia todo el mundo. La pretendida cultura que no lleva al joven a ser comedido con sus padres, a valorar sus buenas cualidades, a ser tolerante con sus defectos y atento con sus necesidades; que no lo mueve a ser considerado y afectuoso, a ser generoso y útil con el joven, el anciano y el desafortunado, y cortés con todos, es un fracaso.
La cortesía cristiana es el broche de oro que une a los miembros de la familia con vínculos de amor y los estrecha más y más cada día que pasa.
Las reglas más valiosas para el trato social y familiar se encuentran en la Biblia. Ella contiene no solo la mejor y más pura norma de moralidad, sino también el código de educación más valioso. El Sermón del Monte que pronunció nuestro Salvador contiene instrucciones inestimables para ancianos y jóvenes. Debiera leerse con frecuencia en el círculo familiar y practicar sus inestimables enseñanzas en la vida diaria. La regla de oro: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes» (Mat. 7:12, NVI), juntamente con la recomendación apostólica de vivir no buscando «su propio bien, sino también el bien de los otros» (Fil. 2:4, DHH), deben constituir la ley de la familia. Quienes cultiven el espíritu de Cristo manifestarán cortesía en el hogar y un espíritu de benevolencia aun en las cosas pequeñas.El hogar cristiano, cap. 69, pp. 402-403.