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La única salvaguarda del hogar

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«Pues no son justos ante Dios los que solamente oyen la ley, sino los que la obedecen». Romanos 2: 13, DHH

LA FAMILIA DE DIOS

LOS QUE LLEVAN el último mensaje de misericordia al mundo deben sentir que es su deber instruir a los padres acerca de la religión en el hogar. El gran movimiento de reforma debe comenzar presentando a los padres, las madres y los hijos los principios de la ley de Dios. A medida que se presentan los requerimientos de esta ley, y los hombres y las mujeres se convencen de su deber de acatarla, muéstreseles la responsabilidad de su decisión; no solo hacia ellos mismos, sino para sus hijos. Muéstreseles que la obediencia a la Palabra de Dios es la única salvaguardia contra los males que están arrastrando al mundo a la destrucción. Los padres dan a sus hijos un ejemplo de obediencia o de trasgresión. Por su ejemplo, o enseñanza, se decidirá en la mayoría de los casos el destino eterno de sus familias. En la vida futura, los hijos serán lo que sus padres los hayan hecho.

Si se pudiera inducir a los padres a rastrear los resultados de su acción, y pudieran ver cómo por su ejemplo y enseñanza perpetúan y acrecientan el poder del pecado o el poder de la justicia, buscarían ciertamente un cambio. Muchos quebrantarían el hechizo de la tradición y la costumbre.

Insistan los predicadores sobre esto en sus congregaciones. Inculquen en la conciencia de los padres la convicción de los solemnes deberes que han descuidado durante tanto tiempo. Esto quebrantará el espíritu de fariseísmo y resistencia a la verdad como ninguna otra cosa podría hacerlo. La religión en el hogar es nuestra gran esperanza, y hace prometedora la perspectiva de que se convierta toda la familia a la verdad de Dios. [...]

Nuestra vida debe ocultarse con Cristo en Dios. Debemos conocer personalmente a Cristo. Solo entonces podremos representarlo ante el mundo. Oremos constantemente: «Señor, enséñame a actuar como Jesús actuaría si estuviera en mi lugar». En cualquier lugar donde estemos debemos hacer brillar nuestra luz para gloria de Dios y las buenas obras. Este es un interés de máxima importancia en nuestra vida. [...]

Ocupémonos de adelantar la obra del Señor con firmeza y seguridad. Pero con la humildad de Cristo y en la forma más suave posible, que no se escuchen expresiones de jactancia ni se produzca manifestación alguna de autosuficiencia. Hagamos lo necesario para que resulte evidente que Dios nos ha llamado a ocuparnos de legados sagrados; prediquemos la Palabra, seamos diligentes, sinceros y fervientes.Testimonios para la iglesia, t. 6, Sec. 3, pp. 124-127.

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