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Los libros del cielo

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«El Juez se sentó y los libros fueron abiertos». Daniel 7: 10

JESÚS, NUESTRO SUMO SACERDOTE

EN EL RITO TÍPICO, solo aquellos que se habían presentado ante Dios arrepintiéndose y confesando sus pecados, y cuyas iniquidades eran llevadas al santuario por medio de la sangre del holocausto, tenían participación en el servicio del día de las expiaciones. Así en el gran día de la expiación final y del juicio, los únicos casos que se consideran son los de quienes hayan profesado ser hijos de Dios. El juicio de los impíos es obra distinta y se verificará en fecha posterior. «Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de Dios?» (1 Ped. 4: 17).

Los libros del cielo, en los cuales están consignados los nombres y los actos de los hombres, determinarán los fallos del juicio. El profeta Daniel dice: «El Juez se sentó, y los libros fueron abiertos» (Dan. 7:10). San Juan, describiendo la misma escena en el Apocalipsis, agrega: «Y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras» (Apoc. 20: 12).

El libro de la vida contiene los nombres de todos los que entraron alguna vez en el servicio de Dios. Jesús dijo a sus discípulos: «Alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo» (Luc. 10: 20, NVI). Pablo habla de sus fieles compañeros de trabajo, «cuyos nombres están en el libro de la vida» (Fil. 4:3). Daniel, vislumbrando un «tiempo de angustia, cual nunca fue», declara que el pueblo de Dios será librado, es decir, «todos los que se hallen inscritos en el libro» (Dan. 12: 1). Y Juan dice en el Apocalipsis que solo entrarán en la ciudad de Dios aquellos cuyos nombres «están inscritos en el libro de la vida del Cordero» (Apoc. 21:27).

Delante de Dios está escrito «un libro de las memorias», en el cual quedan consignadas las buenas obras de «los que temen a Jehová y honran su nombre» (Mal. 3:16). Sus palabras de fe, sus actos de amor, están registrados en el cielo. A esto se refiere Nehemías cuando dice: «¡Acuérdate de mí por esto, Dios mío, y no borres las misericordias que hice en la casa de mi Dios, y en su servicio!» (Neh. 13:14). En el «libro de las memorias» de Dios, todo acto de justicia está inmortalizado. Toda tentación resistida, todo pecado vencido, toda palabra de tierna compasión, están fielmente consignados, y apuntados también todo acto de sacrificio, todo padecimiento y todo pesar sufridos por causa de Cristo.El conflicto de los siglos, cap. 29, pp. 472-473.

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