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Satanás no puede obligarnos a pecar

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«Todo aquel que permanece en él, no peca». 1 Juan 3: 6

EL GRAN CONFLICTO

TODOS LOS QUE no son fervientes discípulos de Cristo, son siervos de Satanás. El corazón que no ha sido regenerado por Dios ama el pecado y tiende a mantenerlo y justificarlo. El corazón renovado odia el pecado y está resuelto a resistirlo. Cuando los cristianos escogen la compañía de los impíos e incrédulos, se exponen a la tentación. Satanás se oculta a la vista y furtivamente les pone su venda engañosa sobre los ojos. [...]

Mientras que Satanás trata continuamente de cegar sus mentes para que no lo reconozcan, los cristianos no deben olvidar nunca que no tienen que luchar «contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efe. 6: 12). Esta inspirada advertencia resuena a través de los siglos hasta nuestros tiempos: «Sean prudentes y manténganse despiertos, porque su enemigo el diablo, como un león rugiente, anda buscando a quien devorar» (1 Ped. 5: 8, DHH). «Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo» (Efe. 6: 11, NVI).

Desde los días de Adán hasta los nuestros, el gran enemigo ha usado su poder para oprimir y destruir. Se está preparando actualmente para su última campaña contra la iglesia. Todos los que se esfuerzan por seguir a Jesús tendrán que participar en la batalla contra este enemigo implacable. Cuanto más fielmente imite el cristiano al divino Modelo, tanto más seguramente será blanco de los ataques de Satanás. Todos los que forman parte activa en la obra de Dios, tratando de desenmascarar los engaños del enemigo y de presentar a Cristo ante el mundo, podrán unir su testimonio al que da Pablo cuando habla de servir al Señor con toda humildad y con lágrimas y pruebas [ver Hech. 20: 19].

Satanás asaltó a Cristo con sus tentaciones más violentas y sutiles; pero siempre fue rechazado. Esas batallas se libraron en nuestro favor; esas victorias nos dan la posibilidad de vencer. Cristo dará fuerza a todos los que se la pidan. Nadie, sin su propio consentimiento, puede ser vencido por Satanás. El tentador no tiene el poder de gobernar la voluntad o de obligar al alma a pecar. Puede angustiar, pero no contaminar. Puede causar agonía, pero no corrupción. El hecho de que Cristo venció debería inspirar valor a sus discípulos para mantener decididamente su lucha contra el pecado y Satanás.El conflicto de los siglos, cap. 31, pp. 498-500.

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