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Las artimañas de Satanás

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«A ti te daré todo el poder de estos reinos y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada y a quien quiero la doy». Lucas 4: 6

EL GRAN CONFLICTO

CUANDO JESÚS fue llevado al desierto para ser tentado, fue llevado por el Espíritu de Dios. Él no invitó a la tentación. Fue al desierto para estar solo, para contemplar su misión y su obra. Por medio del ayuno y la oración, debía fortalecerse para andar en la senda manchada de sangre que iba a recorrer. Pero Satanás sabía que el Salvador había ido al desierto, y pensó que esa era la mejor ocasión para atacarlo. Grandes eran para el mundo los resultados que estaban en juego en el conflicto entre el Príncipe de la luz y el caudillo del reino de las tinieblas. Después de inducir al ser humano a pecar, Satanás reclamó la tierra como suya, y se llamó «príncipe de este mundo». Habiendo hecho conformar a su propia naturaleza al padre y a la madre de nuestra especie, pensó establecer aquí su imperio. Declaró que la humanidad lo había elegido como soberano suyo. Mediante su dominio de los seres humanos, dominaba el mundo. Cristo había venido para desmentir la pretensión de Satanás. Como Hijo del hombre, Cristo iba a permanecer leal a Dios. Así se demostraría que Satanás no había obtenido completo dominio de la especie humana, y que su pretensión al reino del mundo era falsa. Todos los que desearan liberación de su poder, podrían ser librados. El dominio que Adán había perdido por causa del pecado, sería recuperado.

Desde el anuncio hecho a la serpiente en el Edén: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya» (Gén. 3: 15). Satanás sabía que no ejercía dominio absoluto sobre el mundo. Veía en los seres humanos la obra de un poder que resistía a su autoridad. Con intenso interés, meditó en los sacrificios ofrecidos por Adán y sus hijos. En esta ceremonia discernía el símbolo de la comunión entre la tierra y el cielo. Se dedicó a obstaculizar esta comunión. Representó falsamente a Dios, así como los ritos que señalaban al Salvador. Indujo a la humanidad a temer a Dios como a un ser que se deleitaba en la destrucción. Los sacrificios que debían revelar su amor, eran ofrecidos únicamente para apaciguar su ira. Satanás incitaba las malas pasiones humanas a fin de asegurar su dominio sobre ellos. Cuando Dios dio su palabra escrita, Satanás estudió las profecías del advenimiento del Salvador. De generación en generación, trabajó para cegar a la gente en cuanto a estas profecías, a fin de que rechazara a Cristo en ocasión de su venida.El Deseado de todas las gentes, cap. 12, pp.93-94.

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