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Entre dos águilas

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"Ni el faraón con su poderoso ejército podrá ayudar a Israel cuando el rey de Babilonia vuelva a sitiara Jerusalén y mate a mucha gente" (Ezequiel 17:17, NTV).

En 605 a. C., Nabucodonosor, rey de Babilonia, derrotó al faraón Necao II en la batalla de Carquemish, y luego invadió Judá. Para evitar la destrucción de Jerusalén, el rey Joaquín dejó de ser vasallo de Egipto y formó una alianza con Babilonia. Pero esto no fue gratuito: tributó del tesoro de Jerusalén. Nabucodonosor se llevó gran parte de los utensilios del Templo y muchas familias reales fueron deportadas a Babilonia; entre ellas, Daniel y sus amigos.

En 601 a. C., Nabucodonosor intentó infructuosamente invadir Egipto y fue derrotado, con grandes bajas en su ejército. Esto generó rebelión de muchos Estados tributarios de Babilonia, que aprovecharon esta debilidad para dejar de enviar sus remesas a Nabucodonosor. Entre ellos, se encontraba Judá.

En respuesta -según las Crónicas de Nabucodonosor-, este sitió Jerusalén, que cayó el 16 de marzo de 597 a. C. El rey Joacim murió durante este sitio. Nabucodonosor saqueó la ciudad y su Templo, y el nuevo rey Joaquín y su corte, junto con destacados ciudadanos y artesanos y gran parte de la población de Judá, fueron deportados a Babilonia. Describe la Biblia: "Y sacó de allí todos los tesoros de la casa de Jehová, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa de Jehová, como Jehová había dicho. Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén, a todos los príncipes, y a todos los hombres valientes, hasta diez mil cautivos, y a todos los artesanos y herreros; no quedó nadie, excepto los pobres del pueblo de la tierra" (2 Rey, 24:13, 14). Esta deportación es el comienzo de la diáspora, o exilio judío.

Triste final para el pueblo de Dios. Ocurrió la diáspora y la pérdida de su territorio. Los reyes de Israel (el reino del norte) y de Judá (el reino del sur) fueron apartándose de Dios, Samaria ya había caído anteriormente, y Judá derrapó gracias a la idolatría y la apostasía de sus dirigentes. Al percibir la desaprobación divina, Judá buscó alianzas sucesivas con Egipto en contra de Babilonia, y luego con Babilonia en contra de Egipto. Este juego de lealtades (principalmente, deslealtades hacia Dios) finalmente trajo la ruina sobre Jerusalén y toda la nación.

En muchas ocasiones, cuando diversas circunstancias en el estudio o en el trabajo no son buenas, estamos tentados a tranzar con el mal, aliarnos con el "mal mejor”, para zafar de la situación. Pero debemos advertir que, en el mismo instante en que negociamos con el mal, dejamos de contar con la protección divina.

Hoy, decide confiar en Dios sin importar las tormentas que se avecinen. Él te librará, si pones tu confianza en su poder. MB

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