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HACE ALGUNOS AÑOS, una amiga de la iglesia, una dama elegante y canosa, nos regaló un saludable rosal. Lo plantamos con cuidado y floreció. Un raudo caudal de flores comenzó a abrirse y compartían su gloria con los transeúntes. Cada rosa era, al principio, color rosado cremoso; pero su tono se hacía más intenso a medida que maduraba. Con frecuencia, los vecinos nos felicitaban por esa belleza exuberante.
Quise mandar una nota de agradecimiento a mi amiga, pero nunca me di el tiempo hasta que un día medio por tomar fotografías; tomé varias de los encantadores botones rosados. Después de que mandé revelar el rollo, incluí una foto de las rosas en una nota de agradecimiento para mi amiga.
Me agradeció con tanta efusividad cuando me llamó dos días después, que tuve que preguntarle la razón de su fervor. Titubeó antes de contarme su agridulce experiencia. Me dijo que le había dado un rosal a otra amiga por aquellos días en que nos había regalado el nuestro. Cuando vio a la mujer un par de meses más tarde, ella le dijo que la planta tenía diecisiete brotes, «pero ninguno me ha ofrecido un solo botón», reportó decepcionada mi amiga. Entonces, sonó más animada cuando me dijo que ese mismo día había revisado su correo y encontró la carta que yo le había enviado. La fotografía de las rosas cayó al suelo antes de que pudiera leer mi nota. Contempló la imagen en la que yo había escrito a mano que había nombrado a la flor: «Ambrosina», en su honor. Dijo que con alegría se dirigió a su Padre y repitió en oración un poema: «Rosa de Sarón, gracias por recordarme que debo depender de ti, solamente de ti. Que la fragancia de tu amor se esparza a todos los que me rodean. Gracias por los valles, Señor. Pues ahí crezco yo».
La historia de mi amiga me proporcionó un ejemplo fabuloso de la creatividad de nuestro Creador. Tuve que inclinar mi propia cabeza para orar después de escucharla. Mientras que la idea de una rosa estéril había herido a mi amiga, haber visto otra le causó puro placer. ¡Mi Dios había intercalado ambas solo para ella!
«Gracias, Dios creador, por las hermosas flores. Ayúdanos a recordar a tus ángeles terrenales que nos comparten su maravilla.»
Glenda-mae Greene