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ESTABA A PUNTO DE ATERRIZAR EN ÁMSTERDAM, Holanda, para asistir a un congreso de ministerio de la mujer. Al asomarme por la ventanilla, vi un poco de sol que apenas salía de entre las gruesas nubes que rodeaban el aeropuerto. No había dormido bien, pero agradecí a Dios el privilegio de ver un nuevo día desde las alturas.
Un nuevo día… siempre es un reto. Pero agradezco los nuevos días, las nuevas horas, los nuevos minutos, ¡hasta los segundos! Nuevos comienzos.
La cuestión es si Dios está en primer lugar en nuestras vidas y nuestra rutina diaria. Espero que sí. Cuando restamos importancia a Dios, nos hacemos un gran daño. Pero cuando invitamos a Cristo a estar en el centro de nuestras vidas, podemos apropiarnos de tesoros espirituales que durarán por siempre.
Dios ha prometido darnos un nuevo comienzo cada mañana. Cuando lo recuerdo, mi corazón desborda de alegría. ¡Qué Dios tan asombroso tenemos! Sin importar cómo nos fue ayer, podemos despertar en la mañana con la cabeza en alto y la confianza en que las compasiones del Señor jamás fallarán; se renuevan cada mañana. De nuevo, la Palabra de Dios ofrece una visión distinta de la vida cuando las circunstancias parecen deprimentes. Nunca tenemos la garantía de una vida fácil, un viaje tranquilo, una semana sin problemas, hijos perfectos o un día perfecto. Sin embargo, tenemos garantizada la ayuda de Dios y el éxito a su manera, cuando le entregamos cada detalle de nuestras vidas.
Cuando mi avión aterrizó, realmente no sabía lo que Dios tenía preparado para mí durante ese día. Pero decidí confiar en él y agradecer las bendiciones futuras.
Tal vez hoy afrontes una situación que te perturbará hasta el núcleo de tu alma. Durante esos momentos difíciles necesitas encontrar el valor de realmente confiar en nuestro Padre celestial. Sin importar que te suceda hoy, aférrate a la promesa: «Tu amor, Señor, no cesa, ni tu compasión se agota; ¡se renuevan cada día!».
Deshazte de cualquier sensación de miedo y lleva esas preocupaciones al único que realmente puede ayudarte. Confía absolutamente en Dios.
«Querido Señor, hoy te agradezco por tu compasión y por otro nuevo día. Ayúdame a confiar en ti y entregarte los detalles de mi vida cotidiana. En nombre de Jesús, amén.»
Raquel Costa Arrais