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CUANDO ME LLAMARON por primera vez a trabajar en lugares distantes, comencé a coleccionar cucharitas de recuerdo para conmemorar esos sitios con algún objeto que tuviera sus nombres.
Después de algunos años ya tenía una linda colección. Encontré anaqueles para cucharas y las colgué en la pared, colocadas en el orden de adquisición en mis viajes. Algunas tienen grabados diseños muy elaborados en la cuchara o el mango. ¡Se ven muy llamativas en mi pared con sus distintas formas, brillos y colores!
Cuando llené una sección con las cucharitas de países extranjeros, encontré otro espacio para todas las cucharas de los estados y lugares que había visitado en mi propio país. Pronto necesité otro anaquel para guardar solamente las cucharitas que había comprado en parques nacionales y en sitios turísticos famosos.
Ahora tenía tres anaqueles de lindas cucharitas. Son una evocación muy inspiradora de mis viajes y me gusta enseñar a mis amigas cada cucharita cuando me visitan, menciono los lugares adonde he viajado, uno por uno. Qué recuerdos tan maravillosos vienen a mi mente cuando contemplo cada cuchara.
Esas experiencias me recuerdan el versículo de hoy que habla de nuestro Salvador. Quiero buscarlo más de lo que busqué esas cucharas. Me alegra que tenga una colección de nuestros nombres en su libro de la vida. Algún día, pronto, Cristo vendrá a reunir a su pueblo terrenal para llevarlo a su reino celestial. «Cuando llegue el día en que yo intervenga -dice el Señor del universo-, volverán a ser mi propiedad personal» (Malaquías 3: 1-7). Nos conoce de nombre y nos llama hoy a que formemos parte de la colección de los suyos redimidos que habitarán. Su reino para siempre jamás. ¡Vayamos!
«Querido Señor, ¡te doy gracias hoy porque prometiste que podemos estar contigo! Ven pronto a llevarnos adonde quiera que estés.»
Bessie Siemens Lobsien