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Rescate

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Tanto amó Dios al mundo, que no dudó en entregarle a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino tenga vida eterna, Juan 3: 16.

HACE POCO, UN GRUPO PEQUEÑO de personas de nuestra ciudad decidimos crear un refugio de animales «libre de muerte». Hay una sociedad protectora, pero las leyes locales y el presupuesto gubernamental ordenan que recojan a todos los animales callejeros. Tienen la triste tarea de poner a dormir a más de 2000 gatos y perros al año. Mucha gente ha entregado a su mascota, con la esperanza de que consiga un nuevo hogar, para enterarse después de que la pusieron a dormir porque era vieja o nadie la quiso. En el refugio sin muerte planeamos rescatar a estas mascotas, ayudar a que sigan en sus casas o encontrarles hogares nuevos.

Parece que somos una sociedad de desecho. Nadie quiere a esos preciosos gatitos y cachorritos una vez que crecen o se hacen viejos. Con frecuencia sucede lo mismo con nuestros adultos mayores. Cuando ya no son útiles y no pueden cuidarse solos, se les envía a un asilo y apenas reciben algunas visitas, a veces viven sin esperanzas y mueren abandonados.

En nuestra pequeña comunidad hay muchos adultos mayores. Agradezco que casi todos los vecinos estén dispuestos a prestar ayuda. Apenas la semana pasada una viuda que vive a unas casas de distancia de la mía, vino a vernos con obvia preocupación. Su cochera se inundaba y arruinaba sus pertenencias almacenadas. Mi esposo y otro vecino pronto localizaron el problema. Su calentador de agua tenía una fuga. Sacaron las cajas con sus cosas y llamaron a la compañía de gas, que instaló un calentador nuevo. Ella estaba extremadamente agradecida por el rescate.

Cuando Cristo vino a esta tierra por primera vez, siempre estuvo disponible y a la orden para ayudar a los jóvenes, los enfermos y los ancianos. Vino a rescatarnos de un mundo enfermo y malvado. Mucho de lo que hizo, podemos hacerlo por quienes nos rodean. Si hubiera vivido para sí mismo, como mucha gente hoy, estaríamos perdidos eternamente. Nunca consideró desechable a alguien. Murió por todos y cada uno de los creyentes.

«Querido Señor, gracias por enviar a tu Hijo a rescatarnos. Ayúdanos hoy a vivir por otros igual que Jesús.»

Loraine F. Sweetland

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