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TERMINABA LA TROPA NACIONAL DE SERVICIO JUVENIL y yo volvía a mi casa desde el norte hasta el sur de Nigeria, un recorrido de trece horas.
La primera etapa del viaje me condujo a Jos, uno de los estados del cinturón central del país. Dormí en casa de una amiga y reanudé la marcha a la mañana siguiente. Los choferes de autobús suelen detenerse en un pueblo llamado Lokoja, en el estado de Kogi, para descansar, comer y hacer cualquier reparación que haga falta antes de continuar con el viaje. Ya quería que llegáramos a esa parada porque no había desayunado. Tenía pensado comprar rodajas de plátano fritas para comer en el camino. Desafortunadamente, el chofer no se detuvo donde los otros autobuses en que yo había viajado se detenían. Él conocía el lugar pero yo no. La escala duró apenas unos minutos y no pude comprar mis rodajas de plátano. ¡Estaba tan molesta y hambrienta!
Después de 40 minutos aproximadamente reanudamos el viaje. No habían pasado cinco minutos cuando, mientras subíamos por una colina, vimos dos pipas de gasolina que también subían, muy lentamente. Nuestro chofer intentó rebasarlas pero en el proceso vio que había tenido lugar un accidente, una colisión de frente entre un autobús y un automóvil; los vimos al pasar. La escena medio escalofríos. ¡Pudimos haber sido nosotros! Si no hubiéramos hecho esa parada, nosotros tal vez también habríamos estado en el choque, pues había sucedido apenas minutos antes de que pasáramos por ahí. De inmediato me escurrieron lágrimas; me di cuenta de que Dios nos conducía.
Nos estacionamos y algunos de nuestros pasajeros bajaron a ayudar. Por fortuna, nadie había fallecido pero casi todos los pasajeros del autobús chocado estaban heridos. El accidente fue tan grave que salió en las noticias nacionales a las 4 de la tarde. Mis padres ya habían visto la noticia antes de que yo llegara y estaban muy temerosos, pues sabían que yo iba a pasar por ese lugar más o menos a la hora del choque. Así que oraron por mí.
Agradezco a Dios que haya contestado nuestras oraciones. Durante todos mis viajes, siempre me ha acompañado. Le agradezco por las bondades viajeras. Nunca abandona a sus hijas. Dios me cuidó en una situación insegura.
Omolade Ajike Dada