Regresar

Cuida a mi bebé

Play/Pause Stop
Muchas mujeres han hecho proezas, ¡pero tú las superas a todas!, Proverbios 31: 29.

¡MI MADRE HABÍA FALLECIDO! Después de una semana de estrés y tristeza, volví al trabajo, sintiendo lástima por mí misma y expresando esos sentimientos a mi amiga Yer. Básicamente, yo decía: «Pobrecita de mí. Mi mamá y mi papá se murieron y ahora soy huérfana». Yer escuchó con interés y luego dijo:

-Sí, es feo que ya no tengas a tu mamá. Cómo me hubiera gustado conocer a la mía.

Al instante miré a mi asiática amiga.

-¿Eres adoptada?

-No. Mi mamá murió cuando yo tenía un año. Así que nunca llegué a conocerla -respondió.

De inmediato me sentí bendecida, pues había tenido a mi mamá durante 45 años y Yer ni siquiera había conocido a la suya. Le pregunté por qué.

-Cuando yo tenía un año vivía en Laos con mis papás y mis hermanas. Los comunistas gobernaban el país y habían minado el territorio cercano. Mi mamá y mi hermana, que tenía dieciséis años, limpiaban de arbustos un campo cercano, sin saber que una granada estaba escondida en una de las ramas. Mi hermana golpeó con su machete esa rama y la granada explotó, arrojando metralla por todos lados. A mi hermana le dio en la pierna; de inmediato cayó al suelo y comenzó a sangrar. A mi mamá también la había alcanzado la metralla pero únicamente le preocupaba mi hermana, así que la cargó para llevarla a la casa. La había cargado casi un kilómetro cuando mi papá las encontró. Mi mamá, que había perdido mucha sangre, tuvo que sentarse. Mi padre intentó ayudarlas a las dos pero mi madre ya no resistió. Murió poco después y sus últimas palabras fueron «Cuida a mi bebé». Por eso nunca conocí a mi madre.

Pensé en lo que había dicho: «Cómo me hubiera gustado conocer a la mía». No pude olvidar esa triste historia. Luego se me ocurrió que Yer tal vez no había conocido personalmente a su mamá, pero sí la conocía gracias a su carácter y sus acciones. Su madre fue una mujer amorosa y desinteresada que dio su vida para salvar la de su hija.

Se lo comenté a Yer y añadí:

-Algún día la conocerás cuando Jesús venga y nos lleve al cielo. ¿Verdad que así es él? Cuando murió por nosotros, fuimos lo último en que pensó.

En verdad, la madre de Yer tenía en su corazón el amor de Cristo.

Charlotte Robinson y Yer Moua

Matutina para Android


Envía tus saludos a:
No Disponible