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«¿ESTÁS ENOJADA CONMIGO?» Hablaba con mi madre, que ya estaba en el ocaso de su vida, por larga distancia. Mi esposo y yo habíamos visitado a unos amigos en una villa de retiro y nuestros nombres quedaron en una unidad, aunque asegurábamos que jamás íbamos a vivir en un lugar así. También nos enteramos de que tres pequeñas unidades estaban en alquiler y de inmediato pensé en mi madre. Podía ocupar una y de ser necesario, más tarde podría ingresar al hospital y asilo.
Cuando volvimos a la casa, llamé a mi madre y le anuncié que íbamos a entrar a una villa de retiro. Le hablé con entusiasmo de las maravillas. Le sugerí que fuera con nosotros, porque había tres unidades disponibles. Como ella jamás había considerado algo así, su primera reacción fue decir que le resultaría imposible mudarse, pues mucha gente más joven dependía de ella. Sugerí que lo pensara y decidiera pronto, ya que rápidamente quedarían apartadas las unidades.
Como una semana después me llamó y me preguntó si estaba enojada con ella por haberse negado. Le aseguré que no estaba molesta. Me dijo que una voz le daba vueltas en la cabeza insistiendo en que llamara a Joy Le dije que quedaba una unidad. Mi madre canceló sus vacaciones y la llevé a la villa para que la entrevistaran y llenara los papeles. Luego comenzó la tarea de organizar sus pertenencias y vender mi pequeña casa, donde ella vivía. Un conocido pasaba por ahí, preguntó qué sucedía y de inmediato quiso comprar la vivienda. Después de despedirse entre lágrimas de sus amigas de tantos años, se mudó a la villa.
Al principio nos decepcionó un poco que solamente quedara disponible la unidad más vieja, pero su ubicación era ideal. Pronto mi madre hizo amigas y se unió a las actividades de la villa. Nunca se arrepintió de que Dios la guiara y continuamente lo alababa por haberla llevado a un lugar donde la atenderían tan bien durante sus últimos años.
En el momento correcto, el problema del futuro de mi madre quedó resuelto como no habíamos pensado y dimos gracias a Dios porque una vez más, fue una lámpara a nuestros pies.
Joy Dustow