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La sublime vocación de ser madre

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Sus hijos se apresuran a felicitarla y su marido entona su alabanza, Proverbios 31: 28.

UN PROVERBIO ACTUAL MUY CONOCIDO DICE: «La mano que mece la cuna gobierna el mundo». Aunque ambos padres son igualmente responsables de educar a sus hijos, con frecuencia las madres tienen aún más responsabilidad. Creo que ellas también son el fundamento sobre el cual se construye la civilización. Las madres determinan en gran medida el desarrollo moral y espiritual de sus hijos; su influencia es buena o mala. Las madres son los espejos a los cuales se miran los niños; son las guardianas de sus corazones. Su influencia sobre ellos es poderosa. Cuando las madres plantan la semilla de la verdad bíblica en sus corazones, echa raíces.

Para los hijos, las madres son cercanas a Dios. Ellas los nutren. El afecto y el sacrificio son dos funciones fundamentales de ellas. Los niños también necesitan disciplina, amor y autoestima. Lamente de un niño pequeño es como una esponja, que espera absorber todo. Varios estudios indican que para cuando ha cumplido tres años, las ideas básicas de un niño, de lo bueno y lo malo, ya están bien establecidas. Durante esos tres años las madres deberían convivir más con sus hijos. Pero con frecuencia el egoísmo, el materialismo, las carencias o necesidades, o una amplia gama de problemas, son preeminentes o prioritarios en la vida y los hijos quedan en medio. Ellos aprenden lo que ven y oyen. Así que la madre, mediante su vida, tiene la responsabilidad de enseñar a sus hijos honestidad, integridad, fe, amor, justicia y santidad. Esa influencia trascenderá familias enteras, comunidades y países; si así actuaran los padres, habría menos problemas de pandillas, embarazos adolescentes, violencia y drogadicción.

Lee Strobell habla del día típico de una madre. Su hijo de tres años la seguía por todos lados y no podía hacer bien su trabajo. Varias veces tropezó con él. Sugería actividades para mantenerlo ocupado pero él quería estar con ella. Desesperada, le preguntó por qué la seguía.

-En la Escuela Sabática la maestra me dijo que siguiera los pasos de Jesús pero no lo puedo ver, así que te sigo a ti -dijo él.

¿Somos el modelo que nuestros hijos deben seguir? Alguien dijo que no criamos a los hijos que queremos, sino a los hijos que nosotros los padres somos. Los hijos prefieren hacer lo que ven más que lo que escuchan. Tenemos que ser buenos modelos para que no haya doble moral que confunda las mentes jóvenes. ¡Que Dios bendiga a nuestras madres para que cumplan con su vocación!

Margaret Nathaniel

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