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Fuego del refinador

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Todo ha de ser salado al fuego, Marcos 9:49.

CUANDO MI ESPOSO ROGER y yo viajábamos en automóvil de Wyoming a Alaska, pasamos por muchos acres de bosques que exhibían los daños que les habían causado incendios provocados por relámpagos. Los árboles estaban chamuscados y la tierra ennegrecida. Hasta pasamos terreno donde todavía ardían algunos árboles y arbustos; el humo se elevaba hasta el cielo. Un guardabosque del campamento donde nos quedamos dijo que los incendios forestales tienen un propósito. Ayudan a que un bosque sea más fuerte y sano. Cuando se retiran los árboles muertos, otros nuevos pueden crecer y la basura del suelo forestal se quema. Algunas piñas necesitan el calor de un incendio para abrirse y dispersar semillas. Algunos sistemas de raíces arbóreas, así como de arbustos y pastos, se entierran profundamente para evitar las condiciones letales de un incendio; así pueden subir semillas de plantas nuevas. El sol alcanza a llegar al suelo forestal y permite que crezcan arbustos con frutos y plantas con semillas, donde antes no llegaba suficiente luz.

Algunos animales y pájaros habitan en tierra forestal recién quemada. Por ejemplo, la codorniz cotuí norteña y el trepador de cabeza café comen semillas que producen las plantas nuevas. Otras especies de animales que viven en bosques recientemente incendiados son la rana arbórea del yermo de pinos, la ardilla zorro oriental y la rana capito. Estos animales viven en tierra quemada de bosque durante tres o cinco años, luego se mudan a otra zona recientemente quemada.

Nuestras vidas tienen incendios, así como los bosques. A medida que padecemos pruebas y dificultades, nos preguntamos por qué Dios deja que suframos la pérdida de un empleo, la muerte de un pariente, amigo o cónyuge. Si tenemos nuestras raíces plantadas profundamente en Cristo, él nos acompañará todo el tiempo. Nuestra relación con él y nuestra fe pueden fortalecerse mediante las pruebas. Nuevas situaciones surgirán de las tribulaciones que soportemos; en esas circunstancias podremos brotar y crecer hasta ser cristianas más saludables y fuertes. Tal vez hasta compartamos nuestra fe con los que nos rodean, pues amigos y compañeros observarán las situaciones que enfrentemos. Podremos ofrecer palabras de ánimo a quienes pasen por pruebas similares a las que hayamos soportado.

«Querido Señor, ayúdanos a soportar las fogosas pruebas que nos lleguen y confiar en ti completamente.»

Linda Domeny

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